domingo, 10 de junio de 2012

Directo a la salida

Quiero retomar la idea del viaje interior, ése que nos permite tomar las riendas de nuestra vida, de nuestra carrera, en todo momento, sobre todo en los de bajón.
Uno de los problemas más habituales y de más fácil solución, por evidente, es embarcarnos en proyectos que pueden superar nuestras posibilidades. Hablando en plata, elegir obras que, sólo por el momento, no estén a nuestro alcance. No siempre funciona el flechazo, el amor a primera vista. A veces es necesario esperar unos años a que hayamos madurado, a que la lectura mental sea casi inmediata, a que las manos se anticipen a lo que va a venir, a que la armonía no sea la suma de notas sueltas sino un baile fluido en nuestra cabeza...
La mejor manera de venirse abajo es colocarnos en un nivel al que aún no hemos llegado. Insisto, aún. Y de esto estoy convencido y nada ni nadie me va a hacer cambiar de opinión. ¿Por qué? Porque lo sé, porque lo he vivido. Durante un buen número de cursos, mi profesor se dedicó a jugar con nosotros de una manera muy peligrosa. Un símil quizás no muy preciso pero sí gráfico podría ser el del burro y la zanahoria, que nunca iba a alcanzar aunque la tuviese delante. Siempre había un inconveniente, una pega, un obstáculo, un detalle, un defecto, una digitación, un fraseo, un pedal, una camisa, unos... (ya estoy desvariando). A ver si lo digo claro sin que suene alto: nunca la obra iba a estar bien porque siempre podía estar mejor. Esta casi obviedad podría resultar cierta si no hubiese sido por un error, por un pequeño matiz: estar mejor era sinónimo de más rápido si había que correr, de más lento si era adagio, de más fuerte si era mezzoforte, de más piano (hasta PPPP) si sólo indicaba P. En resumen, el más difícil todavía. Como resultado, un desánimo continuo, una frustración perenne y una inseguridad marcada a fuego. La consecuencia: nadie se atrevía a siquiera imaginar poder dar un solo concierto o presentarse al más ínfimo concurso. Conclusión: de la carrera de pianista no salen pianistas.
¿En qué punto exacto se vuelve la situación irreversible? Cada uno tiene el suyo propio. Va a depender del aguante emocional, de las propias condiciones físicas y musicales, de la cara dura (que a veces es una bendición), de la ceguera temporal pero larga que nos hace ver a nuestro mentor como un dios, de nuestra ingenuidad, candidez, bondad e ilusión que nos convierte en crédulos entregados... ¿Sigo? ¿Hace falta que describa más situaciones comunes a miles de estudiantes?
Ya he hablado de esto antes. El profesor debe cuidarnos, orientarnos, reforzarnos, protegernos y guiarnos, que somos material extremadamente sensible. Y nuestra obligación es encontrar a la persona adecuada, no depender de unas listas o unos sorteos al azar. Es vital caminar con paso firme por el camino adecuado lo antes posible pues vamos directo a nuestro futuro. Si erramos a conciencia sólo encontraremos el camino directo a la salida.
Por esto es muy importante que nos conozcamos, que nos aceptemos y que, con los mimbres que hay, saquemos el mejor cesto posible. No hay un único destino, hay multitud de ellos y, sí, todos queremos el mismo, el mejor, pero creedme, sólo nos va a hacer felices el que esté a nuestro alcance, dejando por sentado por enésima vez que es mucho más elevado de lo que pensamos. Tenemos mucha capacidad oculta y casi siempre es cuestión de tiempo, de dejar madurar la fruta. No es cuestión de vivir comparándonos con ese compañero que de una semana para otra viene con un estudio de Chopin nuevo a tempo, toca de memoria a la media hora y encima es campeón de tenis. Nosotros, seguro, somos mejores músicos y transmitimos más emoción al tocar, somos únicos. Las prisas en música no sirven para nada salvo para el circo.
Vamos a elegir bien el repertorio, con corazón y con cabeza, y con la ayuda de nuestro querido profesor, que por fin nos atiende, nos mima y vela por nosotros, llegaremos a esa meta que, no sé todavía por qué, nunca está a la vista y parece no existir. Y la salida... para la juerga padre.

4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo en todo al 100%.
    Ahora lo veo desde la perspectiva que la experiencia como profesora, y los años de entrega al Piano me han dado.
    Pero por supuesto no puedo evitar verme retratada de algún modo al leer esta entrada, pues la situación en mí época de estudiante era así, y curiosamente en la actualidad la de los alumnos en el conservatorio continúa siendo así.
    Me pregunto ,¿cómo hubiese reaccionado en aquel entonces si hubiese leído esta entrada? y ¿ cómo reaccionarán ahora los alumnos que la lean?.

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    1. Pues lo que espero es justo eso, una reacción, aunque sea pequeña, tanto por parte de los profesores como de los alumnos, sin tener que llegar a la revolución. Tan sólo con unos pequeños ajustes se limitarían en gran manera los aspectos negativos y nuestra existencia sería más placentera.

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  2. Como siempre me siento identificada con la publicación, esto de tocar algo pudiendo en distintos aspectos necesitar madurar más es una situación que he vivido (¿o estoy viviendo?),además del tema de la comparación y las prisas...
    vaya, son muchos temas que me interesan mucho! Gracias de nuevo.
    Atte: G.R.C

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    1. Lo importante es ser conscientes de todo lo que nos va ocurriendo para racionalizarlo y no desbordar la mente con pensamientos tremendistas.
      Un cordial saludo.

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