Mostrando entradas con la etiqueta oído. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta oído. Mostrar todas las entradas

miércoles, 10 de julio de 2013

Los discos (II)

A ver si logro explicarme de una manera clara sin perder el hilo, ya que en la entrada anterior acabé rememorando mis compras discográficas cuando en realidad pretendía comentar otros aspectos.
Que hay discos, intérpretes y versiones para todos los gustos quedó demostrado cuando escribí sobre el Preludio y Fuga nº 1, en Do mayor, BWV 846, de J.S. Bach. Pero el tema da para mucho, en eso estaremos de acuerdo, y todos hemos sido partidarios o detractores de tal o cual grabación.
Ya hay una discrepancia grande en cuanto que los hay que reniegan de los registros de estudio, admitiendo sólo las tomas en directo. De éstas alaban la fuerza, la emoción, la transmisión y la verdad, sintiendo que en un estudio de grabación, a base de repetir treinta y cuatro veces determinados compases y pegarlos para que no se note, es imposible que aparezca la música. Entrar en este debate sería igual de estéril que elegir para el verano playa o montaña: al que le gusta sólo una de las dos no habrá manera de convencerlo.
Por eso voy a ir directamente al punto que más me interesa, dando por sentado que la cuestión técnica está superada (algo también discutible). Grabar, editar y distribuir un disco hoy en día es algo no demasiado complicado, lo que nos lleva a un aluvión imposible de abarcar. Pero aún nos queda una reminiscencia en el cerebro de que no hace tanto sólo grababan los mejores. De ahí emana la idea de que si alguien ha grabado un disco, por un simple silogismo (fulanito ha sacado un disco/ un disco sólo se graba en Primera División = fulanito 'juega' en Primera División), ha de ser bueno, como poco.
Por otro lado, casas discográficas (igual debería usar el singular) como Naxos, tienen como meta registrar toda la música del mundo mundial: loable y plausible, aunque nos faltará vida para oírla. Para semejante tarea hay que recurrir a una legión de músicos que estén dispuestos y deseosos de participar. Dios me libre de tirar la primera piedra contra ninguno, faltaría más, al contrario, por fin se abre la puerta a magníficos pianistas que no tendrían nada que hacer en Emi, Sony, Decca, Deutsche Grammophon...
Pero, y ahí viene el 'pero', es posible que hacer una grabación por encargo, de una obra que estudiamos expresamente para dicha grabación, no tengo muy claro que pueda quedar como referencia a seguir. Y aquí enlazo con lo de tomar un disco como referencia para estudiar. A veces me da la impresión que un disco se queda sólo para 'ver' cómo suena una obra, es decir, para oír a alguien que se ha tomado la molestia de estudiarla antes que nosotros, lo que viene a sustituir a la audición más incómoda que deberíamos saber sacar de la lectura de la partitura, que para eso estudiamos durante muchos años Solfeo.
Y en ya demasiadas ocasiones me está ocurriendo con los nuevos discos que salen al mercado, que son lecturas de mucho nivel, de impecable ejecución, de claridad extrema, pero de contenido flojo. Que me dejan indiferente, vamos. Es algo muy similar a lo que me ocurre cuando oigo a esos fabulosos teclistas ganadores de concursos que son incapaces de hacer música ni por equivocación. La mayor decepción viene cuando se repite esta historia con los que se consideran los number one.
Por todo esto (que no sé si ha quedado claro, que ya sabía yo que me iba a liar), cuando nos metemos de cabeza a estudiar una obra, creo que es mejor hacerlo con la partitura. Una audición o dos nos da una idea de por dónde van los tiros, pero el resto debe salir de nosotros. Todo está escrito en la partitura y, si buscamos un intérprete que nos sirva de modelo, el mejor será el que más haya respetado la partitura. Todo lo demás serán aportaciones personales e, incluso, extravagancias.
Así que, lo mejor que podemos hacer con los discos es usarlos como melómanos: sentarnos con los cascos, o tumbarnos, cerrar los ojos, y disfrutar de la música, sólo de la música, dejando fuera la técnica, los dedos y todas las tonterías que nos hacen olvidar que el principio y el fin de todo esto sólo se llama Música.
    

miércoles, 8 de febrero de 2012

Autocrítica

Me parece importante comentar este término porque puede tener consecuencias inmediatas no sólo en la manera de tocar sino en nuestro ánimo.
¿Es necesaria la autocrítica? Por supuesto que sí. ¿Es positiva? También. ¿Sirve para algo? Pues claro, siempre que sepamos ejercerla.
Cuando aprendemos a tocar parece que lo único que importa es cumplir con la digitación, la posición de las manos, las indicaciones de la partitura, las observaciones del profesor... Pero es fundamental que nos iniciemos también en el desarrollo del oído. Tenemos que oír lo que está ocurriendo. Situémonos en un estado más avanzado que el mero aprendizaje, cuando nuestra preocupación está enfocada al resultado musical (ya hemos superado la etapa mecánica y nuestros dedos son armas letales). Uno de los objetivos es lograr que la idea musical llegue a ser plasmada a través del teclado. Es decir, lo que oímos internamente, en estado puro, tenemos que ser capaces de exteriorizarlo. Y aquí interviene nuestro entrenado oído. Tenemos que salirnos de nosotros mismos, como si fuésemos espectadores, y juzgar el resultado. Por eso se suele recomendar tanto lo de la grabación. Pero hay que hacerlo de verdad, sobre la marcha. ¿Para qué? Pues para que, una vez que hayamos aprendido a oír la realidad, podamos mejorar. Así de fácil. (Por cierto, a aquellos imitadores de Glenn Gould que tanto gustan de canturrear mientras interpretan me gustaría preguntarles cómo pueden escucharse. Y no quiero señalar.)
Y ahora viene la hora de la verdad: el veredicto. Aquí está la madre del cordero. ¿La buena crítica es la que sólo saca los defectos? ¿Es útil una visión edulcorada fuera de lugar? Como siempre, para nada sirven los extremos. Sabemos lo que estamos tocando y cómo queremos tocarlo. El sentido crítico debe percibir tanto los aciertos como los errores. ¿Por qué? Porque no hay nada más demoledor que estudiar sin descanso con un pensamiento negativo fijo. El uso y abuso de la autocrítica destructiva acabará por tirar por tierra nuestra ilusión, nuestra creatividad, nuestro impulso y nuestro bienestar. Y no queremos eso, ¿verdad? Cada día de estudio es un día de avance, siempre mejoramos, siempre superamos alguna adversidad. Ésa es nuestra meta. Un paso adelante, después otro y otro más.
Pesa más un comentario negativo que uno positivo. Quizás vengamos deformados de la propia carrera, en la que aprender se cimenta en corregir errores. ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer lo positivo, todo lo bueno que hemos realizado? Porque nos convencieron de que la crítica 'constructiva' consistía en eso, en tirar  a la basura nuestro esfuerzo, ¡y que estaba bien que fuese así!
Si nos queremos de verdad, si nos queremos bien, no nos engañaremos. Nosotros podremos juzgarnos sin hacernos daño, sin maltratarnos, para que sigamos creyendo en nuestro potencial, en nuestras cualidades. Todo aquel que haya resistido esta larga maratón es muy capaz de decir algo, de comunicar, de compartir y tiene todo el derecho a sentirse satisfecho, le pese a quien le pese. ¿Que algo ha fallado? Pues tomo nota, a seguir mejorando. Se acabó el salir de un concierto o de una audición con la sensación de fracaso porque hemos hecho mal uso del sentido crítico. Hemos logrado subir al escenario, hemos actuado, hemos mostrado sinceramente nuestro trabajo y nuestro arte. Si hemos educado nuestro sentido de la percepción adecuadamente veremos que todo lo mejorable ha sido prácticamente inapreciable por la mayoría del auditorio, ya que como nosotros mismos no nos conoce nadie. Siempre está mejor de lo que pensamos. Esto no es ser benévolo, es ser positivo. Voy a mejorar sobre lo bueno.
Nos pasamos la vida sufriendo por tonterías. Demos la vuelta y disfrutemos, ¡que ya toca!