miércoles, 8 de febrero de 2012

Autocrítica

Me parece importante comentar este término porque puede tener consecuencias inmediatas no sólo en la manera de tocar sino en nuestro ánimo.
¿Es necesaria la autocrítica? Por supuesto que sí. ¿Es positiva? También. ¿Sirve para algo? Pues claro, siempre que sepamos ejercerla.
Cuando aprendemos a tocar parece que lo único que importa es cumplir con la digitación, la posición de las manos, las indicaciones de la partitura, las observaciones del profesor... Pero es fundamental que nos iniciemos también en el desarrollo del oído. Tenemos que oír lo que está ocurriendo. Situémonos en un estado más avanzado que el mero aprendizaje, cuando nuestra preocupación está enfocada al resultado musical (ya hemos superado la etapa mecánica y nuestros dedos son armas letales). Uno de los objetivos es lograr que la idea musical llegue a ser plasmada a través del teclado. Es decir, lo que oímos internamente, en estado puro, tenemos que ser capaces de exteriorizarlo. Y aquí interviene nuestro entrenado oído. Tenemos que salirnos de nosotros mismos, como si fuésemos espectadores, y juzgar el resultado. Por eso se suele recomendar tanto lo de la grabación. Pero hay que hacerlo de verdad, sobre la marcha. ¿Para qué? Pues para que, una vez que hayamos aprendido a oír la realidad, podamos mejorar. Así de fácil. (Por cierto, a aquellos imitadores de Glenn Gould que tanto gustan de canturrear mientras interpretan me gustaría preguntarles cómo pueden escucharse. Y no quiero señalar.)
Y ahora viene la hora de la verdad: el veredicto. Aquí está la madre del cordero. ¿La buena crítica es la que sólo saca los defectos? ¿Es útil una visión edulcorada fuera de lugar? Como siempre, para nada sirven los extremos. Sabemos lo que estamos tocando y cómo queremos tocarlo. El sentido crítico debe percibir tanto los aciertos como los errores. ¿Por qué? Porque no hay nada más demoledor que estudiar sin descanso con un pensamiento negativo fijo. El uso y abuso de la autocrítica destructiva acabará por tirar por tierra nuestra ilusión, nuestra creatividad, nuestro impulso y nuestro bienestar. Y no queremos eso, ¿verdad? Cada día de estudio es un día de avance, siempre mejoramos, siempre superamos alguna adversidad. Ésa es nuestra meta. Un paso adelante, después otro y otro más.
Pesa más un comentario negativo que uno positivo. Quizás vengamos deformados de la propia carrera, en la que aprender se cimenta en corregir errores. ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer lo positivo, todo lo bueno que hemos realizado? Porque nos convencieron de que la crítica 'constructiva' consistía en eso, en tirar  a la basura nuestro esfuerzo, ¡y que estaba bien que fuese así!
Si nos queremos de verdad, si nos queremos bien, no nos engañaremos. Nosotros podremos juzgarnos sin hacernos daño, sin maltratarnos, para que sigamos creyendo en nuestro potencial, en nuestras cualidades. Todo aquel que haya resistido esta larga maratón es muy capaz de decir algo, de comunicar, de compartir y tiene todo el derecho a sentirse satisfecho, le pese a quien le pese. ¿Que algo ha fallado? Pues tomo nota, a seguir mejorando. Se acabó el salir de un concierto o de una audición con la sensación de fracaso porque hemos hecho mal uso del sentido crítico. Hemos logrado subir al escenario, hemos actuado, hemos mostrado sinceramente nuestro trabajo y nuestro arte. Si hemos educado nuestro sentido de la percepción adecuadamente veremos que todo lo mejorable ha sido prácticamente inapreciable por la mayoría del auditorio, ya que como nosotros mismos no nos conoce nadie. Siempre está mejor de lo que pensamos. Esto no es ser benévolo, es ser positivo. Voy a mejorar sobre lo bueno.
Nos pasamos la vida sufriendo por tonterías. Demos la vuelta y disfrutemos, ¡que ya toca!

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