miércoles, 7 de noviembre de 2012

Momentos musicales

Aunque llevaba años oyéndolos y observando a algún compañero trabajarlos en clase, una fuerza interior fue la que me exigió meterle mano de una vez por todas y me tuvo todo un mes volcado, con la osadía además de una fecha de estreno fijada en la agenda. Me refiero a los Momentos Musicales de Rachmaninoff. ¡Qué obra!
Sólo me ha dado alegrías. Desde su estudio hasta cualquiera de las veces que las he interpretado. Nunca me canso. Es más, los uso como gimnasia cuando tengo que tocar otras obras menos exigentes.
La versión que he marcado es la de Lazar Berman. Este hombre siempre me ha conmovido por su manera de entender el piano y la música que de él ha sido capaz de sacar. Con dedos de sobra para ser un típico malabarista, eligió estar más cerca de la poesía, de la melodía clara, de los acompañamientos medidos. Fue otro de los pianistas soviéticos cuya aparición en occidente causó una auténtica revolución.
Tengo su colección de los Años de Peregrinaje de Liszt y creo que no he oído otra cosa igual en mi vida. O la misma Sonata del propio Liszt. Todos los medios técnicos puestos al servicio de la música. Nada del engreimiento de esos pianistas de fuegos artificiales. Y tantas otras obras en magníficas grabaciones, desde Schubert a Scriabin. Uno de los grandes.
Conozco otras versiones de los Momentos Musicales, y algunas flaquean desde mi punto de vista. No creo que este Rachmaninoff sea un escaparate de virtuosismo, más bien todo lo contrario, es una prueba musical (como queda claro con su título).
Por ejemplo, la grabación de Idil Biret para Naxos no es que me deje indiferente, sino que, incluso, me indigna. Es como si la hubiera leído deprisa y corriendo y nada más. Por el contrario, Horowitz, que no tiene nada que ver con Berman, me pone los vellos de punta con su versión del nº 3. Y no sé cómo calificar a Nikolai Lugansky, a quien he oído en directo y es capaz de darlas todas sin una gota de sudor y, quizás por esa misma razón, no decirme nada.
Pero si mi sorpresa llegó a un punto culminante fue al descubrir la grabación que Ashkenazy realizó para Decca en 2005. Toda la vida oyendo sus Preludios y Estudios, sus Conciertos, para que ahora haya dejado constancia de esta obra, con su habitual nivel, pero con un planteamiento que se queda corto, a mi modo de entender. No me gusta que mis ídolos, pocos, bajen el listón de exigencia. Desde su posición están obligados a ser ejemplares.
Por eso me apacigua oír a Lazar Berman, por su humildad, por su verdadera fuerza camuflada de timidez, por haber entendido los Momentos Musicales como una obra de arte a la que hay que mimar y respetar; una obra colosal que, una vez domesticada, deja ver un mundo rico en imaginación y pianismo; una sucesión de seis piezas muy distintas entre sí cuyo reto sólo puede causar satisfacción.
Así que, cuando tengáis un ratito, y si no lo habéis hecho ya, echadle un vistazo. Merece el esfuerzo.

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