miércoles, 13 de noviembre de 2013

Repertorio (III)

A la hora de estudiar repertorio nuevo, siempre tengo la tentación de hacerlo rellenando huecos, es decir, intentando completar alguna colección, sea del tipo que sea y del compositor que sea. Pero me topo con el mismo problema una y otra vez: si los huecos están ahí es porque en su día hubo algún motivo para no taparlo. Lo normal es que dicho motivo sea musical, con lo que no hago más que tropezar en la misma piedra.
La época en la que teníamos que estudiar determinadas obras por imposición del profesor se limita al conservatorio, ya que, aunque la inercia siga durante unos años más, la rebeldía que hemos ido acumulando, en especial en los últimos cursos, nos hace ser dueños de nuestras decisiones. Creo que todos hemos pasado momentos de tedio al tener que leer, poner en pie y memorizar según qué partituras.
También ocurre que, a menudo, una buena pieza musical requiere de bastante tiempo para desentrañarla. Si no somos constantes, puede que nos perdamos el placer de disfrutar no sólo el resultado sonoro sino las tripas, es decir, su estructura, su lenguaje y todos los elementos que la componen. Y no necesariamente me refiero al siglo XX, que también hay creaciones muy densas en el XIX.
Cuando llega el momento de tener preparado algún monográfico, ya sea por un aniversario o porque nos gusta especialmente, se ve perfectamente que tendemos a estudiar lo que nos es más afín. Escuchamos a otro pianista tocando y pensamos que hemos encontrado con qué completar el programa. Nos ponemos a ello y todo va bien hasta que, sin saber cómo, una pequeña desazón nos va invadiendo. Levantamos las manos, cogemos la partitura, empezamos a pasar sus páginas en busca de algo que nos atrape, un segundo movimiento maravilloso quizás, y nada de nada. Pensamos que igual es mala hora para seguir, que estamos cansados (pero si acabamos de empezar), que no estamos tocando bien... Lo dicho, nada de nada.
Voy a soltar la burrada de turno: he llegado a pensar que esos pianistas (con muy pocas excepciones) capaces de empezar por un primer tomo de obras completas y llegar hasta la última sin despeinarse, no sienten lo que están haciendo, son como autómatas. Sólo dedos y nada más que dedos. Eso no es ser músico y se nota en el resultado. Aburrimiento a más no poder.
Después de tantos años estudiando, leyendo y oyendo la música escrita para piano, sigo sin sentirme capaz de montar determinadas obras, ni siquiera por obligación (ahora mucho menos). Me gusta leer, conscientemente o al azar, y hay de todo: verdaderos descubrimientos y verdaderos tostones, incluyendo a todos los compositores habidos y por haber (¿es esto otra burrada?).
Ya que vamos a pasar mucho tiempo en compañía del repertorio que hemos elegido, al menos que nos guste mucho, pero mucho, si no, habrá que recurrir al divorcio exprés.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Ha sido quitarme el bozal y cada vez me encuentro más cómodo.
      Un beso, Alberto.

      Eliminar
  2. Soy una mera "aprendiz de pianista" pero me seduce lo que dices y tu actitud ante las partituras y el teclado. Gracias por todo cuanto compartes en tu blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que todos tenemos muchas cosas en común y pasamos por lo mismo. Son tantas horas ante el piano...
      Gracias por comentar. Un cordial saludo, Alberto.

      Eliminar