domingo, 20 de octubre de 2013

Televisión Local

Puede que aún esté calentando o que acabe de dejarlo todo preparado: la banqueta a la distancia adecuada, el atril quitado o con la partitura colocada, dependiendo del caso, una última comprobación a la afinación, un vistazo a la sala y listo.
Entonces, oigo el chasquido, como una claqueta, como un latigazo metálico. Luego otro y después un tercero. Clavas la mirada intentando recibir otra como respuesta. Nada. Observas cómo una persona desconocida está dedicándose a montar un trípode sobre el que instalará el maquinón (léase cámara de vídeo profesional) con el que tú no sabes muy bien qué piensa hacer. Bueno, sí, un mínimo de inteligencia es capaz de entender que va a grabar imagen y sonido de tu concierto. Obvio.
Aún recuerdo los días en los que comenzaban a florecer las televisiones locales, por no decir las generalistas, que todo fue a la vez, y se acercaban uno o dos jóvenes a comentarte (literalmente: mira, te comento...) que les gustaría grabar unos minutos de tu recital para las noticias de su cadena. O, si no, se te acercaba el técnico de cultura a presentarte al cámara que quería pedirte permiso para grabar todo porque así tenían material para emitir.
Pero poco a poco, imperceptiblemente, se fueron perdiendo las buenas maneras y la educación, incluso el respeto por tu trabajo. Hoy es frecuente que la escena comience tal y como he relatado arriba. Ni te mira, ni te saluda, ni te habla. A lo suyo. Después de muchos años pidiendo a cambio sólo una copia de la grabación para tenerla de recuerdo, ya que la empresa se iba a beneficiar de mi trabajo de manera gratuita, conseguir una respuesta afirmativa y tener en mi poder como mucho dos cintas de VHS, comencé a hacer como los grandes, los que salen en las noticias de las tres, es decir, advertirles de que sólo podrían grabar cinco minutos.
Os podéis imaginar las respuestas. En honor a la verdad, diré que hay gente muy amable y comprensiva que entiende lo que propongo y se limitan a cumplirlo, abandonando la sala en el momento oportuno para molestar lo menos posible. Pero mis preferidos son los que, en plan americano, te gritan que estamos en un sitio público y que ellos cumplen con una labor informativa. Cuando les repito que no puede ser, recurren a argumentos peregrinos que de nada les valen. Entonces sí me quedo esperando el momento en el que estoy tocando con toda mi atención puesta en la obra, para no sobresaltarme cuando oiga de nuevo los tres chasquidos, esta vez a la inversa, todos los golpes posibles con la cámara y el macuto, así como los pasos firmes hacia la salida, portazo incluido.
¿De verdad sirve para algo que te graben las locales? En el mejor de los casos se limitan a repetir hasta el hartazgo tu concierto, lo que no quiere decir que la gente lo vea. Como consecuencia, la próxima vez que vayas a dicha localidad a actuar no se van a formar colas para ir a verte gracias a tanta publicidad, sino que, si alguno se ha enterado de quién eres y lo que haces, preferirá hacerlo cómodamente desde su butaca con la cena en una bandeja (aunque me temo que esto raya con la ciencia ficción).
La grabación para televisión ha de hacerse bien, al igual que las de radio. Es nuestra tarjeta de visita y, repito, nuestro trabajo.
Y si los políticos usan el medio para pregonar lo bien que lo hacen, al menos que te pidan permiso y no lleguen abusando de su autoridad. Hasta ahí podíamos llegar.

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