domingo, 9 de febrero de 2014

Sí..., quiero

Tras el concierto que di junto al violinista Pedro León en el Conservatorio de Sevilla con motivo del Cincuentenario de su fundación, y pasados unos meses, recibí una llamada suya para proponerme que lo acompañara a tocar a Colombia, ya que su pianista habitual, Julián López Jimeno, tenía comprometidas las fechas con la Orquesta Nacional. A mis veintitrés añitos y codeándome con los grandes. Fantástico.
Todo fue que sí, sin ninguna pega, aunque realmente sí la había. Resulta que, casualidades de la vida, la semana que debíamos pasar en el continente americano comenzaba sólo dos días después de mi regreso a España de mi viaje de recién casado (lo de 'luna de miel' mejor para las novelas y series de televisión). Realmente no se pisaban, por la teoría que rige el mundo, al menos el mío, de que todo cuadra, pero para un agonía del estudio como yo, con un programa de música española nada fácil, eso de pasar unos quince días sin coger un piano, dar un repasito en Madrid y estar a punto, era, por entonces, impensable.
Esto me supuso jornadas intensivas previas en las que tenía que compaginar las clases en el conservatorio, los preparativos propios de la boda y recoger unas obras aún verdes en mi repertorio además de montar otro puñado de piezas nuevas. Todo muy relajado. A la ilusión de los viajes estaba empezando a añadirse una sensación de arrepentimiento (por el concierto, no seáis mal pensados).
Mi querida Beatriz, que sólo mira por mi bien desde el principio de los tiempos, supo dar con la solución que aliviaría mi conciencia. El hotel en que nos alojábamos tenía un viejo piano de cola adornando uno de sus salones. Ni corta ni perezosa, se dirigió a hablar con los responsables para pedirles el favor de que me dejasen tocar algunas horas para que los dedos no se atrofiasen. Nos miraron incrédulos, que aún éramos dos pipiolos, pero fueron todo amabilidad y comprensión. Así que, ahí me tenéis, en plena escapada romántica, estudiando como el pringado número uno del mundo.
Pero como, ahora ya lo sé pues con los años uno se da cuenta de todo, el problema era más psicológico que real, bastó con unos pocos momentos en el teclado para tranquilizarme y confiar en que todo iría bien. Unos ratitos después de comer, con toda la modorra encima, y listo para seguir disfrutando del viaje.
La verdad es que tuve muy fácil, por lo de la boda, renunciar a los conciertos, pero estas oportunidades no se dan con frecuencia. Y de una cosa viene otra, y surgen nuevas posibilidades, y conoces gente, y acumulas experiencia...
En fin que, ¡sí..., quiero!

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