miércoles, 1 de agosto de 2012

Pianistas enciclopedistas

Seguramente, junto a una gran admiración, siento una gran envidia. No me importa reconocerlo en absoluto. Me refiero a esos pianistas capaces de tocarlo todo, no en potencia, sino de verdad, grabaciones incluidas.
Mi máximo referente siempre ha sido Vladimir Ashkenazy. ¿Cómo se puede tener ese repertorio? Me resultaba abrumador irme encontrando con sus discos cada vez que buscaba algo que yo estuviese estudiando. Además, tenía las integrales. Querías una Sonata de Scriabin, las tenía todas. Querías un Preludio de Rachmaninoff, los tenía todos. Querías una Balada de Chopin, allí estaba. Y Shostakovich, y Schumann, y Mozart, y Beethoven, y Bach y...
Esto no es humano, es sobrehumano. Sus integrales recogen hasta esas obras desconocidas o poquísimo interpretadas, a veces de gran dificultad, como ocurre con Chopin o Schumann. No tenéis más que echar un vistazo a su página web con el catálogo discográfico.
Pero es que no deja un Concierto para piano y orquesta por grabar. Y se lía la manta a la cabeza y te lo encuentras con la música de cámara más importante también registrada. Como hace tiempo que se aburre, decidió compaginar las teclas con la batuta y ahí está, llenando el universo sonoro con sus versiones orquestales. ¿Esto cómo se hace?
Imagino que tiene que haber un previo excepcional. Mientras los mortales estamos intentando dominar los pasajes de determinada obra, machacando una y otra vez, este tipo de pianista lo hace con un par de lecturas, y ya está la obra lista en estilo, tiempo y memoria. ¡A por otra! Así desde el principio, con lo que, desde los diez años, más o menos, están construyendo el catálogo de su repertorio con vistas a un futuro predeterminado. Que estos nacen con una partitura bajo el brazo.
Están perfectamente dirigidos y su técnica les permite aprender una obra en tiempo récord. Mientras nosotros gastamos las horas en ojear partituras, quizás por el gusto de tocar, y tenemos una cantidad de obras, como solemos decir, 'leídas', pienso que ellos, con una pasada más, las incorporan a la mochila. Está claro que requiere un esfuerzo extra. Mantener una concentración extrema a diario durante, imagino, tantas horas, ni estando acostumbrado. ¿No se cansan? ¿No se aburren? ¿Les queda para una vida privada? 
Yo, al menos, necesito que una obra me guste para dedicarle tiempo y trabajo, porque sé lo que es tener que estudiar algo insoportable por obligación o por compromiso.
Cuando echas un vistazo a la lista de pianistas del tipo enciclopedista crees que no vas a encontrar más que dos o tres, pero esto es deprimente: hay un montón. Por citar sólo algunos, podemos recordar a Andras Schiff , Sviatoslav Richter, Jenö Jandó, Idil Biret, Arthur Rubinstein, Claudio Arrau, Alfred Brendel, Marc-André Hamelin..., y tantísimos más.
Pero es que la mayoría de los que conocemos no se quedan atrás. Puede que no tengan tantas integrales pero tienen en su haber lo más destacado, lo más importante de la literatura pianística, tanto de solista como con orquesta.
Y después te enteras que gente como Pollini o Rubinstein tuvieron que retirarse un par de años a estudiar para hacer repertorio porque no tenían suficiente para hacer carrera. ¡Madre mía!

Sólo me queda un consuelo. Entre tanto disco, esbozo una sonrisa, pequeña, como de satisfacción, cuando encuentro una obra tocada de manera superficial, como montada deprisa y falta de sustancia. Eso me da ánimos para seguir por el camino de otros pianistas que reconocen abiertamente haber optado por un repertorio más corto (o menos extenso) pero mejor trabajado (después miras lo que para ellos es corto y se te tensan hasta las pestañas).

No hay comentarios:

Publicar un comentario