miércoles, 5 de septiembre de 2012

Digitando

La versión que me sirvió de guía para mi primer concierto con orquesta, cuando contaba trece añitos, fue la de Ingrid Haebler con la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por Alceo Galliera del año 1971. Era el KV 466 en Re menor de Mozart (el número 20 de toda la vida). Aún no era consciente de la que se me venía encima.
Si he recordado a Ingrid Haebler es porque años más tarde, en 1983, ofreció en Sevilla un concierto junto al violonchelista Peter Dauelsberg, y yo le pasé las páginas. Fue una emocionante velada junto a la pianista que ocho años atrás, en la distancia, me ayudó a poner en pie esa obra maestra tan compleja (que venga alguien a decirme que eso no se debe hacer; los discos los compramos sólo para comparar versiones, ¿no?).
Recuerdo que la Sonata de Beethoven (ahora no caigo si fue la segunda o la tercera) estaba plagada de digitaciones. No exagero si digo que cada nota tenía su número marcado. Me llamó la atención pues por entonces yo pensaba que cuantos más años pasaras al piano más fácil sería resolver esa cuestión (y otras).
Y aquí estaba yo el pasado lunes, hace dos días, rellenando mi partitura de números, como un parvulito musical. Con los años es fácil que la mayoría de los pasajes se resuelvan espontáneamente. Pero eso está bien para leer, para pasar el rato. ¿Y si queremos fijar la digitación más conveniente tras un buen rato de estudio? Nada tan sencillo como coger el lápiz y anotar, sin apretar mucho, por si acaso.
La imagen repetida del codo izquierdo apoyado en el borde de la tapa y el brazo derecho extendido anotando (que me perdonen los zurdos) no deja de ser evocadora. Durante años nos mostramos reacios a trabajar conscientemente por las prisas de tocar, de obtener resultados. ¿Cuántas partituras tenemos llenas de anotaciones, marcas, dedos, exclamaciones, pedales y matices, que, al ser recogidas en el tiempo, nos facilitan enormemente la labor de puesta a punto? ¿Y cuántas veces hemos echado de menos esas digitaciones, tan frescas en la cabeza entonces y ahora olvidadas por no estar escritas?
Me ocurre que, al tener más recursos técnicos, me resultan igual de cómodas varias opciones, lo que me lleva a anotar dos o tres posibilidades que voy alternando hasta intentar quedarme con la válida, lo cual no siempre ocurre. Pero sí tengo claro que, con vistas a un concierto, es fundamental no dudar al respecto. El simple cambio de un dedo por otro puede producir un traspiés (¿debería decir trasmanos?) ya que la memoria muscular se desorienta. Lo normal es que sea imperceptible para quien nos oye pero a nosotros nos creará un leve estado de inquietud e inseguridad que no queremos para nada.
Si somos dados a efectuar arreglos del tipo 'cojo esta nota con la izquierda y esta otra con la derecha', cuando la escritura no nos conviene o nos resulta mucho más cómodo (otro tema para el debate), es todavía más necesario el apunte para que el paso del tiempo no haga caer en el olvido lo que nos costó horas de esfuerzo mental y físico.

Por eso me gustan mis partituras de toda la vida: deshojadas, sucias (sin exagerar), emborronadas, con las esquinas casi deshechas..., como si su compañía pudieran darme la seguridad necesaria para abordarlas de nuevo sintiéndolas amigas, buenas amigas.

4 comentarios:

  1. No sabe cuánto le agradezco su entrada sobre la digitación. Demasiados pianistas, alumnos,profesores y profesionales del piano, se asombran muchísimo cuando contemplan una partitura para piano completamente digitada. Incluso suelen pensar que digitar es "de parvulito pianístico", que lo suyo es hacerlo sin marca alguna en la partitura. Usted describe todo el tema a la perfección.Se trata de analizar cada movimiento, y anotarlo. Muchas gracias.

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  2. Si lo que hacemos es tan sólo fijar el resultado del estudio... Tenemos que hacer lo que más nos convenga y no escuchar tanto comentario gratuito. Tengo amigos que compran dos ejemplares de cada partitura: uno para trabajar y otro para la biblioteca (¿partituteca?).
    Muchas gracias por el comentario.
    Un saludo.

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  3. También le agradezco yo esta entrada. Siempre me ha sorprendido que algunos profesores critiquen el hecho de que yo ponga casi todas las notas con digitación, cuando pienso que deberían centrarse en el hecho de que FUNCIONA. Ya no entro en debates en clase, solo digo: es que yo estudio así; en vez de decirles que me parece una barbaridad trabajar de la manera que ellos lo hacen.

    A veces, son tan entrometidos y tajantes, que me hacen sentir vergüenza y caigo en el error de borrar algunos dedos(siempre después de haber fotocopiado la partitura con mi digitación). Así que tengo 2 partituras: una limpita para los profesores quejicas y la otra, mi querida partitura sucia que se queda en casa.

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    1. No sé en qué puede molestar que se anote el resultado del trabajo. Hay filólogos que tienen los libros llenos de anotaciones mientras otros no soportan ni la más mínima doblez en una esquina.
      Si 'funciona', adelante. Entendería que quisieran cambiar alguna digitación en función del resultado musical, pero, aún así, y justo por eso, se debería anotar.
      Gracias por comentar. Un cordial saludo.

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