miércoles, 26 de diciembre de 2012

Pollo con ciruelas

La tarde del día de Navidad me gusta recalar en el sofá y disfrutar de una película en compañía de los míos (en este caso, las mías). Le tocó el turno a una historia ambientada en Irán titulada Poulet aux prunes (Pollo con ciruelas). Era más bien un cuento con algo de realismo mágico, arropado por una música espléndida de Olivier Bernet y Roman Vinuesa, con el violín de Renaud Capuçon, basada en las historietas de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud.
El protagonista es un violinista casado por insistencia de su madre con una profesora de matemáticas a la que no quería, que pasó su vida enamorado de la hija de un relojero que prohibió la boda por tratarse de un músico (a partir de aquí esbozo una leve sonrisa y el estómago empieza a revelarse). Transcribo parte del diálogo, que no tiene desperdicio:
- ¿Cómo se atreve a venir a mi casa a pedir la mano de mi hija? Conozco la pasión pero la realidad de la vida es otra. Usted es músico, por Dios. ¡No tiene dinero! ¿Cómo hará para mantener a mi hija? ¿Ya lo ha pensado?
- Trabajaré, ganaré dinero.
- ¿Con qué medios? ¿Con qué trabajo? ¿Desde cuándo un artista se gana la vida decentemente?
- Señor, la quiero.
- Pues demuéstrelo. Salga de su vida. No le estropee el futuro.

La mirada de Beatriz y su sonrisa espléndida hacen que se normalice mi aparato digestivo. Ya lo dije hace unos días, que no se puede estar tranquilo en ningún sitio pues, cuando menos te lo esperas, te asalta un diálogo conocido.
Previa a esta escena, una voz en off relata que desde la infancia tenía una única pasión, la música. Así que, a los 21 años, su madre lo envió a estudiar con el mejor maestro de la época. A veces el maestro lo desorientaba porque parecía tener ideas terriblemente negativas sobre él:
- No tengo nada que decir de la técnica, es excelente. Pero tu música ¡es una mierda! Cualquier idiota puede tener la técnica, no se trata de eso, se trata de arte, porque gracias a él comprendemos la vida. El instrumento sólo está aquí para hacer brotar la luz. Tus dedos se mueven y salen sonidos, pero están vacíos, es la nada. No hay nada. La vida es un aliento, la vida es un suspiro y debes apoderarte de ese suspiro.
(Tras la negativa del relojero a la boda es cuando comienza a tocar con pasión).

Me parece que voy a tener que cambiar el hábito de ver películas y dedicarme a mirar el cielo desde la azotea disfrutando del vuelo de los pájaros, la formación de las nubes y el trabajo incesante de las cigüeñas.
Contemplemos la vida y vivámosla. Pero no tengo nada claro que del dolor pueda salir el arte verdadero. Siempre se le ha atribuido poderes mágicos a la tragedia, tanto para pintores, músicos y escritores. Yo prefiero que el arte conviva con la felicidad, con el bienestar, con la paz. Lo otro queda muy poético pero el sufrimiento cuanto más escaso mucho mejor. Así que, a vivir y a disfrutar para llegar a ser buenos músicos.

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