miércoles, 29 de mayo de 2013

Zapatos de cordones

Me encontraba participando en una maratón de pianistas que organizaba Juventudes Musicales en Madrid cuando el comentario de una persona me dejó un poco perplejo. Se trataba de la presentadora del acto, Olga Barrio, una antigua locutora de RTVE, muy seria y muy preparada. Ahora que caigo, resulta que me hizo dos comentarios, o más bien preguntas. 
La primera de ellas fue justo antes de mi salida al escenario para tocar la Fantasía Baetica, de Manuel de Falla, y el Vals Mephisto, de Franz Liszt: ¿qué versión del Mephisto es la que vas a interpretar? Aunque hablo del año 1987, se me puso la cara de pensar de Homer Simpson. No tenía ni idea de que hubiese otra versión que no fuese la que tenía memorizada del derecho y del revés, a no ser que fuese la orquestal (siempre he preferido la de piano). Me soltó un breve análisis sobre la marcha y me dijo que sólo era cuestión de profesionalidad. Y el pianista era yo.
Y la segunda no tenía nada que ver con la música, más bien con los músicos: ¿por qué lleváis todos zapatos de cordones? Ahí también me quedé un poco parado porque es que ni lo había pensado. Los que llevaba puestos, en efecto, los tenían, pero al comprarlos ni siquiera pensé en ese detalle. Simplemente necesitaba unos zapatos negros, de cierto brillo, que fueran bien con el frac. A todo esto, la cabeza a mil por hora porque el Teatro Albéniz estaba a rebosar y en cuanto acabara el que estaba tocando salía yo. Estas conversaciones son las que vienen bien para pasar el rato.
Como buena semilla, aquella pregunta encontró suelo fértil y no tardé demasiado en hacerme con unos zapatos 'sin' cordones. Realmente no había necesidad de tenerse que agachar para hacer los nudos e incluso de correr el riesgo de que pudiesen soltarse y acabar depositando las yemas de los dedos sobre la madera del tablado.
Pero yo creo que la periodista era bastante más lista que todo esto. Realmente me estaba diciendo que parecíamos unos frikis, unos bichos raros. Evidentemente hablo de otra época pero aún hoy se puede reconocer a un grupo de pianistas fácilmente. En el Albéniz había elementos de edades variadas, desde los doce a los veintisiete. El pantalón oscuro y la camisa blanca, abrochada hasta el último botón, con un lacito o corbata, era la nota predominante entre los más jóvenes. Los que teníamos ya unos añitos (sólo en comparación), vestíamos de frac. Y las chicas, también jóvenes, trajes emperifollados llenos de lazos. Ni que decir tiene que la elección de casi toda la indumentaria era realizada, evidentemente, por esas madres tan orgullosas de sus hijos.
Todavía podemos apreciar esta tendencia en esos programas televisivos donde aparecen pequeños monstruitos cabalgando por los teclados: que se note que un pianista es muy limpio y muy listo. Para esto último hay que apoyarse en unas gafas redonditas y en un buen peinado repeinado.
Más podrían preocuparse de que tuvieran una vida normal, unas relaciones normales, unos horarios normales y unos hablares normales. Parece como si se ensayara en casa la entrevista, con sus preguntas y sus respuestas, para que se note que la cultura exuda por todos nuestros poros. Los comportamientos raros o extravagantes no hay que potenciarlos porque sus consecuencias son para toda la vida, y más si se empieza desde niño.
Recuerdo la anécdota que me contaba una madre cuando su hijo, que sólo quería estudiar y nada más que estudiar, y como el piano estaba en el salón, para despedir a las visitas decía mamá, saca ya el aperitivo para que se lo coman y se vayan pronto.

Alguna vez he pensado en volver a usar cordones. Por ahora sólo los uso en mis botas para largos paseos por el campo, a lo Beethoven.

7 comentarios:

  1. Pues son realmente bonitos los zapatos de la foto. A mi me gustan mucho también, pero sin, probablemente los hace más modernos. Y ya que estamos en el tema de complementos en una revista leí que una empresa de Barcelona se dedicaba a los complementos masculinos, y entre ellos había unas pajaritas de seda con inspiración en la química, que la verdad me resultaron muy originales.
    En cualquier caso, en mi humilde opinión la elegancia es un don natural y quién lo posee puede llevar o no cordones y estar increible lo mismo.
    Un abrazo!
    Sonia

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    1. Cada vez aprecio más la naturalidad, tocando y vistiendo. Parece que ahora, con tal de vender, hay que destacar como sea, y ojalá fuera sólo cuestión de cordones.
      Muchas gracias por el comentario.
      Mi más cordial saludo, Alberto.

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  2. Destacar además de tocar: recordemos la famosa chupa de cuero con cremalleras combinada con unas pantuflas de estar por casa que utilizaba Pogorelich; ahora hemos pasado a las micro faldas de Yuja Wang, los modelitos con que a veces nos sorprende Langa-Lang, y, no olvidemos el nuevo estilo blanco-total a lo ibicenco que Colom ha adoptado.

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    1. Está claro que el mercado manda en estos tiempos y hay que dar que hablar como sea. El problema es desviar la atención de la música.
      Además, me sigue importando que los pianistas podamos ser personas normales y corrientes, sin ningún plus ni vanagloria. A mayor normalidad mayor tranquilidad y mayor disfrute.
      Un beso, Alberto.

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  3. Creo que es más importante la música de cómo se viste alguien. Igualmente, la mayoría de los pianistas se visten elegantes, pero no le ponen onda, y muchas veces no cuidan su imagen, muchos son gordos, otros tienen trajes y frac de 3ra marca y a veces los zapatos parecen ortopédicos. No estoy diciendo que se vistan como Lang-Lang, porque él me parece ya ridículo, sino que sean más sofísticados y que eligan bien la ropa que se tiene que poner ;)
    Saludos!!!

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    1. Todo lo que supone presentarse ante el público parece que exige una cierta etiqueta, algo que en la música clásica va girando hacia otros estilos. Igual deberíamos tocar con ropa deportiva, que se suda lo suyo.
      De todas formas, los zapatos me servían de punto de partida para comentar lo superfluo de algunos comportamientos 'eruditos' para dejar claro que me gusta la normalidad, somos gente normal. La ropa sólo es la muestra externa de una actitud.
      Muchas gracias por tu comentario, Fernando.
      Un cordial saludo, Alberto.

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  4. Pues es cierto que en este mundillo vais un poco "raros", pero en mi opinión es algo bueno. Me refiero a que lo que se espera de un/a pianista es que vaya muy elegante, y si al final no es así, puede que desvíe un poco la atención de la música y el público acabe pensando "por qué va vestido de calle?"

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