miércoles, 31 de julio de 2013

Fantasía Baetica

Hace años que no he vuelto a tocar esta obra pues los programas a los que me he dedicado han ido por otros derroteros. Sin temor a exagerar, afirmo categóricamente que es una de las mejores obras que se han escrito jamás para el piano.
Si no se profundiza, si no se toca muchísimo, si no la haces tuya, es difícil que pase de ser una muestra de virtuosismo, o, peor aún, una prueba insufrible para vecinos y público que sólo verán a un pianista golpeando el teclado. Claro, si digo esto, me estoy tirando piedras al comentario del primer párrafo. Me explico.
Tiene un comienzo rítmico, apelmazado y disonante, que si se tiene en cuenta como declaración de intenciones, es capaz de ahuyentar a los oídos menos preparados. Si nos pasamos en el aporreo, ampliamos el abanico a todos los tímpanos, y podremos usarlo como ahuyentador de insectos, pequeños roedores y perros. (Voy a dejar las bromas, que nunca sé si se llegan a entender como tales).
Para mi orgullo personal, la estudié y trabajé solito, recién terminada la carrera. No sé todavía por qué, pero cuando salimos del conservatorio nuestro repertorio español es bastante escaso. Con la cantidad de obras que habría que tocar debería existir un apartado exclusivo en los programas de cada curso. Al final dependerá de si te toca un profesor que lo tenga claro o de la propia visión.
El caso es que el público y los organizadores reclaman casi por compasión que se interpreten obras clásicas españolas, algo que no creo que suceda en otros países con sus compatriotas (Alemania, Austria, Rusia, Francia...).
La primera salida que le di fue en el concurso internacional Pilar Bayona de Zaragoza, cuyo jurado presidía Ernesto Halffter, ya sabéis, el alumno predilecto del propio Falla. Me felicitó efusivamente por la visión que supe sacar y que se separaba de la manera típica y académica, a saber, muy limpita, muy de deditos y poco vigorosa (hoy diríamos light). A mí me gusta entregarme, meterme, disfrutarla y, por supuesto, controlarla.
Otro comentario positivo que guardaré hasta mi último paseo en barca con Caronte es el que me dirigió Alicia de Larrocha. Vino a tocar a Cádiz (para los que no hayan caído, la ciudad natal de Manuel de Falla y por entonces la de mi residencia) y logré a través del gerente del teatro entrevistarme con ella (otro día comentaré más extensamente el contenido de nuestra charla). Yo acababa de grabar un programa de televisión con las obras pianísticas del petit espagnol tout noir, que además presentaba, como si estuviésemos charlando, Rafael Alberti. Así que, sin vergüenza ninguna, le pasé una cinta de cassette que, para mi sorpresa, cuando fui a felicitarla tras el concierto, ya había escuchado. El manantial de elogios todavía me refresca cuando me entran las dudas.
A partir de ahí he recibido muchos elogios, y son merecidos... (ya está bien de falsas modestias, que mi trabajo me costó). Desde Esteban Sánchez hasta críticos y escritores como José Ramón Ripoll han valorado que supiera ver el contenido profundo de esta obra más allá de las notas.
Y durante el año 1996, cincuentenario del fallecimiento de don Manuel, llegué a experimentar la sensación de control absoluto, de tantas veces que la toqué sin desfallecer en el estudio.
Es una obra muy grande que encierra la esencia del Cante Jondo, y entiendo que hay que acercarse a ella desde ese punto de vista. La sección central hay que cantarla, susurrarla, como un gitano de los de antes, como los que conoció y trató en Granada junto a García Lorca.
Y una vez que nos hayamos hecho con este monumento, no tendremos más remedio que atacar las Cuatro piezas españolas, para seguir disfrutando de una escritura de una calidad superior. Que el muchacho sabía lo que hacía. 

2 comentarios:

  1. Coincido contigo, toda una obra maestra. Espero que en otra ocasión nos cuentes tu encuentro con Alicia de Larrocha (si no es mucho pedir), una de las grandes pianistas de nuestro país.

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    1. Muchas gracias por comentar. Y ya contaré ese encuentro más adelante.
      Un cordial saludo, Alberto.

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