miércoles, 3 de julio de 2013

Héroes

El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino que también, consciente o inconscientemente, participa de la de su época y de la de sus contemporáneos. Aunque inclinado a considerar las bases generales e impersonales de su existencia como bases inmediatas, como naturales, y a permanecer alejado de la idea de ejercer contra ellas una crítica, el buen Hans Castorp es posible que sintiese vagamente su bienestar moral un poco afectado por sus defectos. El individuo puede idear toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de los cuales saca un impulso para los grandes esfuerzos de su actividad, pero cuando lo impersonal que le rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, está falta de objetivos y de esperanzas, cuando a la pregunta planteada, consciente o inconscientemente, pero al fin planteada de alguna manera, sobre el sentido supremo más allá de lo personal y de lo incondicionado, de todo esfuerzo y de toda actividad, se responde con el silencio del vacío, este estado de cosas paralizará justamente los esfuerzos de un carácter recto, y esta influencia, más allá del alma y de la moral, se extenderá hasta la parte física y orgánica del individuo. Para estar dispuesto a realizar un esfuerzo considerable que rebase la medida de lo que comúnmente se practica, sin que la época pueda dar una contestación satisfactoria a la pregunta '¿para qué?', es preciso un aislamiento y una pureza moral que son raros y una naturaleza heroica o de vitalidad particularmente robusta. Hans Castorp no poseía ni lo uno ni lo otro, no era, por lo tanto, más que un hombre; un hombre, en uno de sus sentidos más honrosos.

(La montaña mágica. Thomas Mann. Plaza & Janés Editores, S.A.)

Estas palabras las escribió Thomas Mann entre 1911 y 1923, tiempo que empleó en crear este gran libro. Así pues, hace un siglo, y seguro que hace dos y tres o cuatro también, cualquier esfuerzo personal necesitaba la sola justificación interior, lejos del alcance de la inercia de la sociedad y de las circunstancias de la época.
Como si en este momento alguien decide hacer del piano su vida, las miradas que percibirá a su alrededor no dejarán de ser, cuando menos, curiosas, si no incrédulas o, incluso, despectivas.
Y no digo ya responder a la pregunta '¿para qué?'...
Creo que nunca había leído de manera tan clara, ni había visualizado tan físicamente, la naturaleza heroica de un pianista.
Ahora y siempre.


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