domingo, 30 de junio de 2013

Certeza

No dejo de pensar, casi a diario, que no hay nada nuevo bajo el sol. Te remontes a la época que te remontes, mires hacia donde mires, todo se repite sistemáticamente aunque nos esforcemos en creer que es nuevo al tratarse de nuestra experiencia.
Pienso que el hombre, la humanidad, en esencia siente de una manera común. Y también pienso que el transcurrir de la vida, por muy individuos que nos sintamos, se podría resumir en pocas líneas, una especie de claves maestras.
Dicho esto, me pregunto casi a diario por qué, si todo está claro, si, gracias a numerosos pensadores a lo largo de la Historia, la esencia de la vida podría estar impresa en una cuartilla y tener divulgación universal, nos empeñamos en complicarnos la existencia.
Las respuestas que encuentro no me gustan y no me satisfacen. Siempre concluyo en una responsabilidad ajena y en un esfuerzo personal. Es decir, durante un periodo largo en el que estamos formándonos como personas nos inculcan un comportamiento y un conjunto de pensamientos casi siempre incompatibles con nuestra felicidad y plenitud, de donde se deduce que nos pasamos el resto de nuestra vida luchando por salir de un pozo, o un desierto, o un cenagal, o una parcela, o una buhardilla, qué más da.
Digo yo, en mi simpleza: si todo no hace más que repetirse, se podrían sacar unas líneas esenciales en las que los errores se eliminaran y los aciertos brillaran grabados en oro (realmente qué simple soy). Si al nacer nos entregasen un librito con unas pocas páginas en las que se detallasen los pasos a seguir claramente, eso sí, manteniendo un margen para la libertad individual del tipo opción A/ opción B, no vayamos a convertir esto en alienante, igual el mundo sería maravilloso, en plan respuesta Miss Universo (la paz en el mundo, el hambre en el mundo...).
Concretando: si hace unos días escribí que el campo verde y dorado pronto sería un océano amarillo y ayer por la tarde lo pude comprobar, no es que yo sea una mente prodigiosa (que también), sino que era cuestión de recordar cómo cada año florecen los girasoles llegado el momento.
En nuestro terreno: si a lo largo de los años hemos comprobado que el estudio controlado y constante da su fruto siempre, a algunos antes que a otros, pero a todos, ¿no debería estar la enseñanza clarificada de tal manera que la confianza en los hechos vencieran siempre al miedo al fracaso? Si todos los días sale el sol (aunque sea por Antequera), por qué vivir temerosos de que algún día pueda no ocurrir tal cotidiana efemérides. Si ya tenemos suficientes muestras de que podemos tocar el piano decentemente, por qué vivir temerosos de que algún día pueda no ocurrir tal cotidiana maravilla.
Sólo encuentro, en mi simplicidad, que la vida seguirá siendo como es porque no nos paramos a intentar cambiar unos comportamientos adquiridos que, además, transmitimos sin cambiar una coma. Si hemos sido educados de una manera que no nos ha gustado, visto ya con perspectiva, ¿por qué no suprimir los errores y enfocar hacia los aciertos a los que vienen detrás, ya sea en clase o en casa? ¿Por qué no educar en la confianza, en el optimismo, en la seguridad, en la libertad desde nuestro puesto, por pequeño que sea?
Nada va a venir desde arriba, que el sistema está muy perfeccionado y a cualquier simple que ha querido cambiar algo se lo han ventilado sin pestañear (!!!). Pero sí tenemos en nuestras manos el poder absoluto (y por eso peligroso) para lograr que nuestro paso por este mundo merezca el esfuerzo.
Y eso sí es una certeza. 

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