domingo, 22 de diciembre de 2013

Con o sin luz

El pasado jueves toqué con mi hija en Córdoba un concierto más con Imágenes para El Principito. Sin esperarlo, el organizador, un hombre encantador y dispuesto a más no poder, había grabado en un DVD una sucesión de dibujos, los mismos con los que el propio Antoine de Saint-Exupéry ilustró su relato. Para que la proyección se apreciara mejor, decidimos dejar la sala casi a oscuras y recurrimos a sendas lámparas de pie para poder leer la partitura y, de paso, ver las teclas. El ambiente que se creó fue mágico y la concentración absoluta, tanto nuestra como por parte del público.
Esta situación me hizo recordar otra vivida en el concierto que Sviatoslav Richter ofreció en Marbella en 1990. En el programa de mano hacía un alegato a favor de tocar con partitura, algo que ya comenté en una entrada anterior sobre la memoria. En otro párrafo continuaba explicando por qué tocaba con poca luz. El texto, traducido, era el siguiente:
"No es por mí, ni tampoco por esas misteriosas razones que me atribuyen y que varían según la idea, malévola o halagadora, que de mí quieran hacerse: sencillamente, es por el público. Vivimos en una época de 'voyeurismo' y nada hay más funesto para la música. El movimiento más o menos rápido de los dedos, la gesticulación del rostro, no son en absoluto el reflejo de la música sino del trabajo sobre ella y en ningún caso ayudan a su mayor o mejor comprensión; las ojeadas sobre la sala y los espectadores son obstáculos para la concentración del auditorio cuya imaginación se ve desviada de la música y su intérprete. La Música debe llegarnos siempre pura y directamente.
Con mis mejores deseos y la esperanza de que la oscuridad favorezca el recogimiento, ¡nunca el sueño!"

En cierta manera, es como si nos colocásemos los auriculares y cerrásemos los ojos. No hay forma mejor de oír y sentir de verdad. De hecho, cuando llegamos a los teatros, las luces nos permiten ver a los conocidos y cotillear un poco. Al apagar las lámparas y quedar sólo el escenario iluminado, nuestra atención se enfoca con precisión en el objeto de la velada.
En casa me ocurre lo mismo y creo que a todos nos puede pasar por utilizar lámparas de pie o de mesa apoyadas en un lateral del piano. La habitación desaparece, y con ello toda distracción, y nos metemos en otro universo del que salimos como hipnotizados.
Y todo esto coincidiendo con otro regalito más de nuestros antidemocráticos prebostes, cuya empatía con la sociedad roza la psicopatía, y que nos quieren devolver a la oscuridad de las cavernas. Más nos vale ir practicando a ciegas porque encender una bombilla va a convertirse en un acto suntuoso.

Y ahora, aprovechando el espléndido sol que luce, os deseo unas muy Felices Fiestas. "Disfrutemos el presente, que es todo cuanto tenemos" (Marco Aurelio). 

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