miércoles, 29 de enero de 2014

A corto plazo

Estaba releyendo antiguas entradas (tras dos años y doscientas quince entradas a mis espaldas, ya puedo decir antiguas) y paré mi vista sobre Un respiro. (Creo que yo mismo voy a tener que leerme con más detenimiento y hacerme caso, que parece a veces que el que escribe es uno y el que toca es otro).
El caso es que estaba recordando cómo organicé mi último curso de carrera, el famoso 10º, para el que tan sólo conté con poco más de seis meses. Decidí que la mejor manera sería dividir las semanas en función de las obras que tenía que preparar, ya fueran sueltas o por movimientos. De esta manera establecí unos plazos muy ajustados en los que tenía, sin más remedio, que obtener el resultado previsto. De no ser así, el examen tendría que esperar para septiembre o, en el peor de los casos, para el curso siguiente, algo para lo que ya no me quedaban fuerzas ni ilusión (cuando todo te suena familiar y repetitivo es difícil conservar el estímulo).
Años después he necesitado en muchas ocasiones recurrir a este sistema cuando el encargo de concierto tenía una fecha próxima. Y he comprobado sistemáticamente que se puede hacer cualquier cosa, o casi. No sólo tocar de un día para otro recogiendo alguna obra olvidada, sino preparar un recital completo para sustituir algún imprevisto. Y digo completo porque quien llamaba ya contaba conmigo en la programación y no era cuestión de ofrecer dos programas idénticos.
Para estas alteraciones en el estudio (y en la vida) no sé si estamos preparados porque hasta que no sucede y nos ponemos a ello no podemos comprobarlo. De lo que sí estoy seguro es que, si hemos sido capaces de organizarnos en un corto periodo de tiempo y alcanzar la meta, tenemos capacidad de eso y mucho más.
El problema viene cuando los miedos o, sencillamente, la pereza, nos invaden el ánimo y reculamos con el pretexto del escaso margen temporal. No digo que haya que pasarse la vida entera a este ritmo, no fuéramos a agotar el repertorio pianístico, pero sí que durante esa larga (pero limitada) temporada llamada juventud, en la que las ilusiones y las ganas son infinitas, todo el rendimiento que se pueda sacar nos vendrá de lujo para cuando la grasa comience a establecerse alrededor de nuestro ombligo. 
Vuelvo a insistir en lo necesario de tener claros los objetivos desde muy pronto para no dar palos de ciego. Imaginad esos deportes de competición en los que con dieciocho años ya eres demasiado mayor, del tipo gimnasia rítmica. Una previsión deficiente sólo logrará que se nos quede la cara de pasmados.
Aunque un buen profesor estará al tanto de todo, entre otras cosas porque ya pasó por ahí, es conveniente que nosotros tomemos las riendas lo antes posible, y se puede porque ya, desde muy pronto, hemos tomado conciencia del contenido de esta larga carrera.
No hace falta abarcarlo todo, para qué, pero igual podríamos empezar a medir nuestras capacidades con pequeños retos. Comenzar un largo curso con un largo programa puede llevarnos a sorpresas negativas cuando nos queda un mes escaso para el final. 
Total, ya que hay que estudiar, al menos que nos cunda.

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