miércoles, 22 de enero de 2014

Heridas

Nos dicen lo importante que es leer, la lectura, ya sea como entretenimiento, como placer o como formación, y creo que cada libro tiene de todo un poco. Vivo cerca de la buena literatura con lo que Beatriz se encarga de poner en mis manos, y no dejo de encontrar párrafos cargados de sabiduría de escritores que no han hecho otra cosa que vivir y observar para después contar. Por eso estoy convencido de que tenemos que ampliar nuestro espectro y salir de lo estrictamente musical, ya sea en forma de biografía o de estudio más técnico.
Como muestra, traigo aquí otra idea de F. Scott Fitzgerald que me ha dado otra perspectiva sobre las cargas del pasado:

"Se habla de que las heridas cicatrizan, estableciéndose un paralelismo impreciso con la patología de la piel, pero no ocurre tal cosa en la vida de un ser humano. Lo que hay son heridas abiertas; a veces se encogen hasta no parecer más grandes que un pinchazo causado por un alfiler, pero siguen siendo heridas. Las marcas que deja el sufrimiento se deben comparar más bien a la pérdida de un dedo o la pérdida de visión en un ojo. Puede que en algún momento no notemos que nos faltan, pero el resto del tiempo, aunque los echemos de menos, nada podemos hacer".
(Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald).

Nos pasamos años con el convencimiento, muy extendido, de que el tiempo todo lo cura y no nos paramos a pensar que basta el más mínimo detonante para que los fantasmas y los recuerdos nos asalten cuando menos lo esperamos. Y tras leer este párrafo he entendido que no es tan sencillo dejar atrás prácticamente nada. Tal vez una férrea disciplina emocional nos ayudará a seguir con nuestra vida, incluso la memoria selectiva, pero las huellas de lo vivido nos acompañarán como las arrugas en el rostro.
Quizás el problema radique en que cuando somos jóvenes poseemos tanta fortaleza natural que es difícil tumbarnos. Pero si supiéramos que ese desgaste, ese daño, no nos va nunca a abandonar completamente, igual aprenderíamos a protegernos convenientemente. Y ahí creo que está la clave, en no dejar que nadie, desde su clara posición de ventaja, pueda siquiera arañar nuestra lustrosa superficie.
No debemos consentir que nadie nos hiera emocionalmente. Habrá que estar en guardia permanente pero siempre será mejor que entregarse confiadamente y sufrir por el resto de nuestros días. Ya que es tan difícil controlar la cabeza al cien por cien, será preferible tener claras unas cuantas cosas para verlas venir y alejarnos lo más posible del peligro.
Después, está claro, "nada podemos hacer".

2 comentarios:

  1. Ojalá hubiese leído esto hace treinta años...o no...
    Gracias Alberto.

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    Respuestas
    1. Justo es lo que yo había pensado. Igual habría que venir a este mundo con un libro de instrucciones bajo el brazo... o no...
      Un beso.

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