miércoles, 12 de marzo de 2014

Siempre me quedará París

Nada más llegar a París, a la cita que tenía concertada con Marian Ribycki, las vibraciones no pudieron ser más positivas. Nada de miedo, nada de nervios, nada de tensión. La entrevista estaba siendo de lo más agradable y fructífera, y sólo quedaba un pequeño requisito para que me admitiese en su clase de la École Normale de Musique: tenía que tocar para él, ya que la recomendación que llevaba era muy cariñosa pero podía no tener fundamento.
Dicho y hecho. En su casa, situada justo al lado de la Torre Eiffel, me senté ante uno de sus dos Steinway y comencé con la Segunda Sonata de Chopin. Estaba sintiendo algo desconocido para mí y era la tranquilidad más absoluta a la hora de interpretar lo que fuera para un profesor. Llegué a pensar que podía ser incluso un poco de aturdimiento por el viaje, la emoción, las ganas y todo eso, pero liquidado el primer movimiento, seguí en la misma tónica. Estaba, además, disfrutando.
Le toqué un par de piezas más, de otros estilos y, como no podía ser de otra manera, me acogió con los brazos abiertos. Acto seguido hicimos nuestros planes para cuadrar las agendas (yo iría cada mes a París en vez de residir allí; para eso era ya un poco tarde). Luego me invitó a comer al Bistró de la esquina donde supe pedir pero comprobé que aún tenía lagunas, y grandes, con el francés. El filete de ternera, de aspecto suculento, estaba 'al punto', es decir, rojo sanguinolento tras la vuelta y vuelta. Eso sí, uno está muy bien educado y, lejos de rechazarlo, y gracias a eso mismo, probé una de las carnes más tiernas y sabrosas de toda mi vida.
A lo largo de los meses, en los sucesivos encuentros, además de preparar repertorio nuevo, quise tener una segunda opinión de obras ya trabajadas. Conforme iba conociendo su manera de enseñar y su opinión musical, noté que conjugaba a la perfección el rigor más severo con la libertad más absoluta. Parece contradictorio pero tiene todo el sentido.
La base técnica que permite el discurso musical no podía tener ninguna fisura. Si eso estaba bien, mi opinión la valoraba tanto como si fuese la suya. O sea, que podía tocar tal y como lo sentía, siempre que no cometiese ninguna burrada. Hasta ese momento, el repertorio tenía prácticamente una sola manera de interpretarse, con márgenes muy cerrados, la mayoría de las veces por la diferencia innata a cada pianista, pero bien, lo que se dice bien, sólo estaba el modelo.
Marian me regañaba cariñosamente cada vez que me veía hacer algo que traía impuesto o aprendido de antiguo. Me exigía hacer valer mi manera de sentir. ¿Sabéis lo que es eso? ¡Un profesor de nivel valorando mi manera de tocar el piano y pidiéndome que fuese fiel a ella, es decir, a mí mismo!
Cada vez que salía de las clases necesitaba andar largamente por las calles parisinas (esto sólo lo pongo para dar un poco de envidia). La inseguridad que traía grabada a fuego no tenía sentido. Este hombre sólo me veía cosas buenas y positivas, y todo era posible. Sus comentarios, además, eran precisos y muy valiosos.
Tardé poco tiempo en comprender muchas cosas pero mucho en cambiar el chip cerebral. La educación recibida largamente había dejado una huella imperecedera y la lucha iba a ser larga y constante. No obstante, sentí que la correa que me ataba al pasado se soltaba y quedaba libre. No es lógico que tengamos una preparación tan exhaustiva y no nos consideremos capaces de volar solos.
Así lo entendí, y gracias a mucho esfuerzo y también a estos sabios consejos comprendí que tocar el piano era posible, ya que no hay sólo una única manera, y todos y cada uno de nosotros somos tan valiosos como el que más.

3 comentarios:

  1. Hola Alberto, no te paso alguna vez, que tocaste tantas veces una pieza, que te empezaste a distraer cuando la seguías practicando ?

    Saludos, Manu.

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  2. Claro que sí, pero me di cuenta que era porque lo hacía de memoria, sin revisar la partitura. Era como si se fuese diluyendo poco a poco. Y también ocurre que mantener la concentración cuando repetimos como autómatas es difícil, se nos va el santo al cielo.
    Es mejor poco pero bueno, no repetir por repetir.
    Un cordial saludo, Alberto.

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  3. Me pasa con una pieza. Vos decís que podre remediarlo de algún modo ?
    Explícame brevemente todo por favor.

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