miércoles, 7 de mayo de 2014

Soledad

Es posible que vaya con el carácter de cada uno e igual se viene así de fábrica, pero siempre me ha parecido que la condición del ser humano tiene intrínseca la compañía, el grupo o la manada.
En mi caso lo tuve claro desde muy pronto. Parece que nuestra profesión, con tantos años de estudio en solitario, por no decir toda la vida, ya lleva una buena dosis de soledad, aunque también es verdad que la pasamos en compañía de grandes nombres y sus obras. Pero esa compañía no es física, no es directa, es como estar acompañado por un buen libro, que está muy bien, pero no es lo mismo.
Además, en el caso de los concertistas, un comentario, o más bien una queja muy extendida, es el bajón emocional que causa pasar las noches en los hoteles sin más compañía que la televisión. Ocasionalmente lo he sentido pero de una manera muy leve pues solía ser un trance pasajero por las circunstancias.
He conocido pianistas que realizaban sus giras en solitario. Llegaban a las ciudades, se instalaban en su hotel, iban a estudiar para hacerse con el piano y de paso dar un repaso al repertorio, vuelta al hotel tras la comida, pequeña siesta o reposo, de nuevo a la sala un poco antes de la hora prevista, interpretación de las obras elegidas, algunos saludos posteriores de los organizadores, que no siempre te atienden largamente, algo de cena, a la cama y al día siguiente..., más de lo mismo.
Encontrar sentido a esta vida es algo muy personal y admite todas las variantes, desde luego, pero yo sólo puedo hablar y opinar por mí mismo. Y me tengo que definir como el hombre más afortunado del mundo. Desde el principio, puedo afirmar que jamás he sentido soledad y que he tenido la mejor compañía. Esto, obviamente, no es algo superficial y que se quede en anécdota, es algo muy profundo y que llega a todos y cada uno de los rincones de la existencia.
Como creo que me he desnudado demasiado en tantas entradas anteriores, no voy a desgranar los detalles pues pertenecen a mi sagrada privacidad. Sí contaré que no hay nada mejor que sentir que en cada concierto alguien ha estado durante su larga preparación, que ese mismo alguien te ha escuchado atentamente y ha estado pendiente a la más mínima fluctuación, y no hablo de las notas, y que nada más abandonar el escenario encontraré su rostro y su sonrisa, y recibiré su cálido abrazo.
Por eso me cuesta tanto decir que soy solista, porque nunca me he sentido solo.

P.S.: Como siempre, un recuerdo en este día 7 de mayo a Brahms y, por qué no, a Tchaikovsky.

8 comentarios:

  1. Ole, ole y oleee.... Un abrazo, maestro!!! Álvaro.

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  2. Hola Alberto, no he entendido muy bien ese "por qué no, a Tchaikovsky". ¿Algún tipo de animadversión?

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    1. Para nada, pobre Tchaikovsky, que sólo nos ha dado momentos maravillosos. En realidad sólo quería añadirlo a la efemérides porque, como también es mi cumpleaños y siempre estoy hablando de la coincidencia con el de Brahms (http://serconcertistadepiano.blogspot.com.es/2012/05/brahms.html), quise hacerlo extensivo también a él, de ahí la expresión.
      Mi más cordial saludo.

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  3. Ah! Pues felicidades!!! (aunque atrasadas)

    Un saludo

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  4. ¡Qué suerte tienes de haber encontrado a alguien así! Que envidia... Jaja

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    1. Suerte por encontrarla, por darme cuenta y por seguir con ella treinta años después (y otros tantos que nos quedan).
      Un cordial saludo.

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