domingo, 8 de junio de 2014

Estricto

Riguroso, ajustado exactamente a la norma o a la ley, sin admitir excepciones ni concesiones. (Diccionario de la lengua española. Espasa Calpe).
Que no digo yo que no haya que ser estrictos a la hora de afrontar los retos, resolver problemas o comportarnos en cualquier momento. Lo que ocurre es que, si no aflojamos alguna vez, aunque sea un poquito, y admitimos alguna excepción o realizamos alguna concesión, igual creamos una tensión que aumentará exponencialmente hasta que se produzca un estallido superior en magnitud a la fisión nuclear, que ya es decir.
Llevo un tiempo observando una actitud demasiado estricta en una niña de ocho o nueve años, que acata inmediatamente y de forma literal cualquier orden, consejo o sugerencia que se le da al grupo, en este caso, un coro infantil. Mientras los compañeros van llegando y hasta que comienza el ensayo, ella adopta su posición de inicio y se queda clavada cual estatua, que es lo que deberían hacer todos una vez que se les requiere la atención.
Yo la observo en su rigidez e intento imaginar lo que pasa por su cabecita. Supongo que será una mezcla de satisfacción por cumplir estrictamente con su obligación y una turbación cercana al enfado porque sus compañeros ríen y chillan antes de que suene la campana.
El problema que comienzo a ver es que la incomodidad va ganando al disfrute, en esa batalla interior en la que el prisma quizás esté excesivamente enfocado y no admita ni una milésima de dioptría.
Y es posible, quizás un futurible demasiado pesimista, que teniendo cualidades y ganas de superación, abandone el grupo por llegar a sentirse aislada e incomprendida. Ojalá me equivoque.
En demasiadas ocasiones los pianistas, alumnos, profesores, aficionados y profesionales, usamos una vara de medir demasiado rígida, lo que, imperceptiblemente, va creando una pátina de desánimo y de frustración que debería ser incompatible con el esfuerzo realizado, pero que va calando y haciendo mella. En vez de mirar adelante con cierto optimismo, cada mota de polvo se convierte en roca, lo que hace que el camino sea impracticable.
Como siempre, hago hincapié en la educación. Si esta niña no recibe la información adecuada y es informada de que por relajarse de vez en cuando, o incluso siempre, no va a perder calidad, ni la opinión que de ella se tenga (que de eso hay mucho) va a verse mermada, es muy posible que, habiendo logrado cumplir sus objetivos gracias a su constancia y esfuerzo, nunca llegue a disfrutarlos.
Por eso, cuando los jóvenes pianistas que muestran este comportamiento no reciben los consejos precisos, ya que gracias a ser extremos son dignos de ser mostrados cual reclamo publicitario, van de cabeza sin remisión a la soledad y a la tristeza. Cuando el tiempo haya pasado y comprueben que en su infancia y en su juventud no tuvieron la parte divertida e inconsciente, con la ausencia de responsabilidad que es lo que nos hace añorarlas ya adultos, comenzarán las preguntas sin respuesta que tanto daño hacen.
Creo que esto también es educar.


P.S.: No puedo dejar de enlazar a la página de EDUCO. Ni a la entrada que escribí a principios de curso. Ojalá los malditos bastardos que gobiernan se pareciesen un poco a los de Tarantino.

2 comentarios:

  1. Mis posts favoritos son los que hablas de educación. Porque yo creo que hoy sería una niña diagnosticada con TDAH. Fdo. Una que recibió muchas tortas por no estarse quieta

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    1. Es que con nuestra edad vemos con nitidez cómo nos ha marcado la educación recibida en sus múltiples facetas y las mejoras que se podrían hacer. Si para los que vienen empujando aún hay remedio, por lo menos que conste en acta.
      Un beso fuerte.

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