domingo, 29 de junio de 2014

Verano

Parecía que no iba a llegar porque, aunque tuvimos un breve anticipo de calores, la lluvia recordó al otoño con demasiada antelación (ahora bien, qué maravilla de olores y de colores, tan limpios y vivos en el campo). Pero, como todo en esta vida, aquí está, como todos los años..., el verano.
Y ahora, ¿qué hacer? Cada uno debe valorar primero su situación personal, ya que no creo que todos estemos igual de desgastados o cansados. Muchos estarán igual de frescos que el primer día de curso, y lo digo por la energía de la edad, no porque piense que no han dado ni golpe. Vamos, que cada uno tiene que medir su batería para saber si hay que recargarla o todavía aguanta lo que le echen.
Ya sé que no hay nada tan imprescindible o tan transcendente que no pueda esperar o que sea ahora o nunca. No hay que ser tremendos. Lo que sí pienso es que, si tenemos unos planes y proyectos a medio y largo plazo (con el piano el corto plazo se queda eso, corto), podríamos aprovechar para no dilapidar estos meses que pueden llegar a ser tediosos por vacíos.
Creo que no hay nada peor que afrontar unas vacaciones de verano sin el más mínimo objetivo. Incluso para no hacer absolutamente nada hay que servir. Estamos en nuestro derecho de querer notar el paso lento de los segundos, oyendo el monótono sonido del reloj de pared colgado en el pasillo, disfrutando de la vagancia más absoluta, sintiéndonos dueños de nuestra vida, que es nuestra y de nadie más, posponiendo la más mínima obligación, viendo crecer la mugre a nuestro alrededor, arrastrando los pies para que ningún músculo trabaje más de lo necesario, dando cuenta de la provisión de cervezas y tintos de verano que colapsan la nevera... No sé cuánto se puede aguantar así, pero no sé si eso es descansar.
El cambio de actividad, la realización de algún proyecto, el contacto con viejos amigos, el reencuentro con el instrumento (no voy a descubrir nada nuevo si digo que igual el curso no nos ha dejado demasiado tiempo para tocar), la inmersión en las buenas lecturas, un poco de ejercicio físico... A veces da pereza hasta pensar en rellenar el verano porque llegamos cansados, pero hay que proponérselo porque comienzan entonces a correr los días y cuando comience la cuenta atrás nadie nos va a librar del mal humor y de la depresión.
No hay que realizar grandes hazañas, que yo creo más en los pequeños logros y siempre tenemos algo pendiente. ¿Por qué no un buen refresco de tanta música que llevamos oída durante años y que permanece casi olvidada? De escuchar sin prisas y disfrutando a que nos entren ganas de tocar sólo hay un instante.
En fin, que no quiero dar instrucciones de cómo hay que veranear, que cada uno es dueño de su tiempo, pero sí insinuar que se retoman mejor las obligaciones si tenemos algo agradable que recordar o de lo que sentirnos satisfechos.
¡Feliz verano!

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