miércoles, 18 de enero de 2012

La seguridad relaja

Ordenar en mi cabeza todos los temas sobre los que deseo escribir me está resultando igual que intentar oír las 32 Sonatas de Beethoven a la vez. Así que, como dijo Jack el destripador (Estopa), vayamos por partes. Supongamos que de niños entramos en el conservatorio porque en casa había un piano, que llevaba cerrado y desafinado muchos años y era una pena, porque nuestros padres eran melómanos, o incluso, porque convenía como actividad extraescolar. Sin embargo, una vez que acabado el grado elemental continuamos con grado medio y, sobre todo, libremente, decidimos realizar la prueba de acceso al superior para completar la carrera, se supone que en todo ese recorrido, en más de una ocasión, habremos querido dedicarnos a tocar, ¿no?. Entonces, ¿por qué después nos resulta tan difícil? ¿De dónde tendríamos que sacar la fuerza necesaria, el tesón y las ganas? De dónde va a ser, pues de nosotros mismos, es decir, de nuestra seguridad. ¿Y cuándo nos hacemos seguros? ¡Yo qué sé! ¿Por qué somos inseguros? Evidentemente no soy psicólogo ni pretendo dogmatizar, pero bueno, como si estuviéramos tomando un cafelito después de comer. Tengo claro que la seguridad hay que inculcarla a la vez que el aprendizaje, evitando así temores externos que paralicen. Una persona segura será una persona libre para tomar decisiones. Si decidimos nos podemos equivocar, pero, ¿ante quién? Cuando estamos solos, pero solos de verdad, sin influencia externa alguna, podemos ser muy benévolos en el sentido de que hasta podemos partirnos de la risa si hemos fallado. No tenemos que dar explicaciones por lo que el asunto se convierte en liviano y deja de tener importancia. Igual que si tirásemos unas canastas de baloncesto sin testigos. Enlazamos con la entrada de ayer: tenemos que solucionarlo desde dentro pues somos nuestro mejor aliado. Quienes desde fuera juzgan pueden hacernos inseguros sin mala intención, pero no podemos consentir que lo consigan. Voy a concretar un poco más: una audición (ya noto el cosquilleo en el estómago). ¿Hay algo más bonito, sencillo y noble que una audición pública, en la que nuestros oyentes van a ser nuestros propios compañeros, nuestros profesores, nuestra familia y el resto de despistados que pasaba por allí? Todavía me recuerda un poco a las ejecuciones públicas, la guillotina, la horca, el garrote vil, la hoguera... (Bueno, igual me he pasado). Si tiene que ser un momento mágico en el que mostrar (no demostrar) nuestro trabajo, en el que recrear una maravillosa partitura, en el que compartir la música, que para eso se creó, ¿por qué nos lo convierten en un mal trago? ¿Cómo es posible que nos tiemblen las manos y casi todo el cuerpo, que deseemos una fiebre de 42 grados o un simulacro de incendio que haga desalojar el edificio, que sólo veamos un crítico en cada butaca...? Todo tiene que ver con nuestra percepción de la realidad, evidentemente, pero también con los discursos previos de nuestro "entrenador". En los profesores recae la responsabilidad de animar, relajar y convencer a cualquier alumno de que lo que está a punto de hacer se va a convertir en una experiencia de lo más gratificadora y de la que, seguro, sólo pueden salir cosas buenas. Queridos profesores, van a tocar los alumnos, no vosotros, quien se la juega es el alumno y no vosotros. No vale pensar que si el alumno es bueno es gracias al profesor y si no... ¿Quién está creando presión? Sólo es música, nada más que música, algo bello y lúdico por sí mismo. ¿Podemos dejar de machacar a los futuros concertistas inculcándoles inseguridad? Lo dije ayer: NO PASA NADA. Todos tenemos un ritmo: algunos tocarán obrones a la tierna edad, otros serán más cautos, y otros incluso estarán interpretando una obra que no le guste especialmente. Pero hay que salir al escenario convencidos de nuestro trabajo, es decir, seguros. Y eso es un hábito que se va adquiriendo con la rutina, con la repetición. Si nuestras audiciones han resultado positivas en todos los aspectos, seremos pianistas seguros respaldados por muchas horas de estudio.

2 comentarios:

  1. Que razón tienes!!!
    Siempre das en la tecla...
    Estoy estudiando la Balada nº1 de Chopin y estoy planteándome hacer el curso de Claudio Martinez en La Zubia.Los cusos siempre llenan de euforia para estudiar, que puede durar un mes aproximadamente(tiempo para montarme la op. 101 de Beethoven que la dejé un poco a medias el año pasado). Le diré a amigos que me escuchen antes de organizar algo más formal.
    No dejes de escribir artículos en el blog, los leo varias veces al día y lo estoy dando a conocer.
    Un abrazo!
    Inma

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    1. Gracias Inma. Veo que has puesto en marcha los motores, ¡adelante! En cuanto a "amigos que me escuchen", escribiré algún día (mi opinión, claro está). Un beso.

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