miércoles, 27 de febrero de 2013

Quien tuvo... retuvo

Muchas veces recuerdo obras que estudié durante la carrera (o al margen de ella) y que, desde entonces, no he vuelto a tocar. Está claro que no fue una pérdida de tiempo pues todo sirve para avanzar y mejorar. En su día tuvieron un sentido pero, con las obligaciones de la profesión en lo que a programas se refiere, fueron quedando aparcadas a la espera de una ocasión adecuada. De hecho, aun habiendo servido para algún concierto, igualmente fueron cogiendo polvo.
Y de este pensamiento pasé a otro similar: cuántos de mis compañeros y otros conocidos hicieron una buena carrera en el conservatorio, con sus tremendos programas en el grado superior, para no volver jamás a poner en práctica tantas habilidades. No miento cuando afirmo que todos tenían cualidades excelentes y ya me he referido a que, debidamente encauzadas hacia el repertorio adecuado, en estos momentos habría muchos más pianistas en activo, casi tantos como profesores. ¿O es que hemos olvidado que los que se dedican a la enseñanza se pusieron durante muchos años el culo cuadrado por el estudio? ¿Y que bastantes (ya no me atrevo a decir todos) siguen organizando la jornada en función del estudio?
Me viene, como si de ayer mismo se tratara, la visión y la escucha de obras difíciles y complejas en manos de amigos especialmente dotados para tal o cual autor o periodo musical. Por ejemplo, había una compañera a quien pedirle tocar en clase era como pedirle tirarse de un avión sin paracaídas, para, una vez sentada ante el piano, elevarnos con su sonido único con las Partitas o las Suites Francesas de Bach. Otra parecía haber recibido a través del tiempo los dones de Mozart al que interpretaba sin el menor esfuerzo. Pasaría la tarde enumerando cualidades de todos y cada uno de los pianistas con los que me he topado. Y lo haría de corazón, como siempre hice. Nunca me ha costado reconocer los méritos de los demás ni mi admiración hacia ellos. ¿Por qué iba a ser así?
No sé cómo explicarlo. Siento como si un mecanismo interior fuera el causante de un bloqueo que impide que un magnífico estudiante pase a ser concertista. Y ya he hablado largo y tendido de la importancia que aquí tiene un profesor con visión y con entrega. Al igual que cuando una obra por mí olvidada vuelve a mis dedos como una hija pródiga y con pocas pasadas se coloca en su sitio, estoy convencido de que todos estos pianistas 'aparcados' por las circunstancias volverían sin problema alguno a colocarse en el nivel que un día lograron.
La cabeza es una gran desconocida y por eso peligrosa. Si dejamos que nos domine a su antojo y no a nuestra voluntad, estamos perdidos. En vez de ver posibilidades vemos dificultades; en vez de visualizar triunfos nos regodeamos en los tropiezos. Cuánta energía, cuánto tiempo, cuánta ilusión... Por eso, en ocasiones, vislumbro cierta tristeza, cierto cansancio, cierto desánimo en quienes deberían inculcar justo lo contrario. Y es muy simple: si recordaran lo que fueron capaces de hacer con alegría, con orgullo, la velada pátina que ensombrece ciertas aulas desaparecía inmediatamente. Si tan sólo pensaran en sí mismos con menos pesadumbre, la enseñanza podría revitalizarse contagiosamente de una vez por todas y para siempre.

2 comentarios:

  1. Estimado Alberto:
    Muchas son ya las entradas dedicadas a los profesores, sobre todo como personas frustradas por no haber alcanzado el supuesto objetivo máximo de todo estudiante de piano: ser concertista.
    Llegados a este punto, me veo en la obligación moral de trasladarte mi opinión (que coincide con la de otras personas, profesores entre ellos, con los que he comentado este tema en concreto, tal es la insistencia que te leo), aunque sólo sea para que tengas en cuenta otros puntos de vista.
    Algunas personas, por su forma de ser, no se sienten cómodas al tratar con grandes multitudes. En esta categoría encaja un público perfectamente. Por este motivo es lógico que en ningún momento lleguen a plantearse dedicarse al concertismo, porque aunque la timidez puede superarse un poco con el tiempo, la incomodidad de sentirse observado, ser el centro único de atención (y a los pianistas nos pasa indefectiblemente, coincidirás conmigo) tiene el efecto contrario a lo que uno espera encontrar en esta profesión: el disfrute.
    Tal como has comentado alguna vez, hacemos música para disfrutarla, no como un castigo, pero en la circunstancia que expongo, y que es más común de lo que parece, un concierto o audición sólo se percibe como un martirio por el que tenemos que pasar.
    De esta manera, me parece más que loable que personas con dotes para la música que han dedicado muchos años de su vida a formarse decidan que ese talento no muera consigo y se dediquen a la maravillosa tarea que es la enseñanza.
    Y no creo que se lo tomen con resignación, sino con alegría de poder seguir sintiendo y transmitiendo esa emoción que nos genera hacer música. Al fin y al cabo, quien tenía esa sensibilidad especial para llegarnos con su interpretación, si no ha abandonado el piano en el salón y lo usa de estantería a la que ni limpia el polvo, es de suponer que seguirá tocándolo. Ya sea de manera privada o ejerciendo como docente. En ambos casos, se madura con los años y la práctica hace al maestro, nunca mejor dicho. Seguro que sus habilidades siguen, no sólo intactas, sino mejorando día a día.
    Aunque por supuesto no sean tan visibles como las de alguien que se dedique a los conciertos.
    Para poder hacer eso, hay que tener un gran colchón que respalde el poder permitirse tocar donde, cuando y como surja o bien ser tan valiente y, por favor, no te lo tomes como una ofensa, temerario como tú para dar la espalda a un puesto de trabajo fijo que nos permita llevar el pan a casa. Una posición que, además, permite seguir haciendo llegar la música a la gente, aunque ésta sea el cuerpo estudiantil que tiene a su cargo.
    Así que, a lo que iba con todo este rollo que acabo de soltar cerca de las dos de la madrugada: ten presente cuando te entre la tristeza, el cansancio o el desánimo ante el recuerdo de este tipo de personas que estudiaron una carrera completa y después se dedicaron a la docencia, que para algunos ser profesor es una opción, no una resignación.
    Un saludo y mi más sincero ánimo con el blog y la vida.

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    1. En primer lugar, quiero agradecerte un comentario tan sincero. Y también señalar que, pocas horas antes, había publicado una nueva entrada 'a favor' del profesorado (De justicia).
      Mi único afán con este blog es animar a todos, estudiantes y profesores, cada uno en su parcela, a tocar. Evidentemente, el mismo título del blog despeja cualquier duda. De todo lo que digo me hago responsable porque lo he vivido, y la mayoría de los casos (al menos los que conozco) no pisa un escenario por un factor básicamente educacional. Y ahí es donde enfoco la cuestión: si a los alumnos (que nosotros también lo fuimos muchos años) se les inculcara la práctica del piano de una manera más liviana, sin tanta carga ni responsabilidad, ser concertista dependería de muchos factores pero nunca del atreverse a serlo. Me resulta muy duro escuchar a pianistas decir que ni siquiera se atreven a acompañar, a formar un dúo o un trío, cuando reconocen estar perfectamente preparados. Esto no es un tema de elección, es una faena.
      Y por supuesto que la enseñanza como opción es elogiable y no todo el mundo quiere actuar en público, lo sé, igual que hay médicos que no quieren operar. Pero ojalá todos pudieran decidir sinceramente tras una reflexión larga y profunda y no por una suma de comentarios despectivos o situaciones adversas que tantas veces hemos presenciado y padecido.
      Si puede parecer que hablo duramente al profesorado..., llevas toda la razón. Y no me arrepiento porque pretendo espolear igualmente a todo el que tiene el futuro de los jóvenes pianistas en sus manos. He presenciado barbaridades y demasiado daño a causa de una autoridad mal entendida. E, igualmente, he visto a profesores entregados que llenan de ilusión a sus alumnos. Sólo admito esta segunda opción y lucho por desterrar la primera, si no puede ser desde dentro, pues desde fuera.
      En fin, ahora me he enrollado yo. Por favor, sigue comentando lo que quieras pues para eso escribo un blog y no un diario privado.

      Mi más cordial saludo,
      Alberto.

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