martes, 19 de marzo de 2013

Control

¡Qué difícil es controlar! Controlar, ¿qué? Pues todo, pero en este caso, lógicamente, me voy a referir a controlar una actuación, un recital.
Lo habitual es que el programa que hemos seleccionado lo tengamos sobradamente preparado y vayamos confiados al encuentro con el público. La repetición del mismo en varios conciertos nos va a ir soltando y estaremos cada vez más cómodos (siempre y cuando todo vaya sobre ruedas, que es lo que estoy dando por hecho).
Siempre he oído a los actores que cuando tienen que llorar, o gritar, o susurrar, o exagerar vocalmente una frase, han de controlar para que hasta el último espectador de la última fila sea capaz de distinguir tales matices. Si realmente se pusieran a llorar (según el método Staniswhisky, que diría Concha Velasco), las palabras podrían atragantarse en la garganta y la nariz se llenaría peligrosamente de fluídos no deseados.
También he escuchado a grandes directores de orquesta comentar que deben sujetar la emoción en esos momentos en que es fácil volverse eufórico o vibrar con un intenso parcial de los violonchelos. Controlar y no dejarse llevar. ¿Es esto bueno para la transmisión musical? Como siempre, pienso que cada uno tiene su propia opinión según le vaya la fiesta.
Después está la teatralidad, esos gestos estudiados que hacen mella en el público para que digan del intérprete que es muy sentido, que cómo cantaba, que cómo la mano izquierda (en el aire) dirigía la melodía de la derecha. No sé si arriesgarme, pero nunca me han gustado los gestos exagerados e innecesarios a la hora de tocar el piano. Las manos donde deben, sobre las teclas, que todo lo demás es ficticio. He presenciado demasiados casos de caras excesivamente expresivas elevadas hacia el techo cuando a una 'redonda' le seguía otra, todo bien despacito, para en los pasajes arriesgados cambiar radicalmente a no perder de vista el teclado. Allá cada cual con su manera de tocar, pero yo soy bastante más sobrio gestualmente, desde que nací, lo que no quita para que salga música de mis dedos.
De todas formas, hay veces en las que se produce tal magia que un escalofrío puede recorrernos el espinazo y debemos decidir si entregarnos a su disfrute o seguir actuando cerebralmente. La opinión de los que saben va más por la segunda opción, y yo la comparto; sin embargo, es posible que podamos soportar un extra de sentimientos provocados en definitiva por nosotros mismos, que somos los intérpretes, y compaginar el control con ese éxtasis, con esa embriaguez que lleva a las actuaciones en directo a superar a las grabaciones de estudio. Si no fuese por esos momentos mágicos no sería necesario acudir a los teatros en búsqueda de ese algo más milagroso que los buenos intérpretes saben lograr en cada una de sus apariciones.
Sinceramente, creo que no deben estar reñidas las palabras control y entrega. Quizás lo que no me guste sea la exageración gestual que camufla, la mayoría de las veces, una interpretación de peor calidad e intenta confundir a oyentes menos expertos.

8 comentarios:

  1. Muy, muy, muy de acuerdo. Bravo, Alberto. Gracias por tratar este tema que nadie parece advertir nunca y que es tan importante como que intenten manipularnos. Manipularnos haciéndonos creer lo que otros quieren, ya sea la ilusión de que tocan bien cuando sus interpretaciones son bastante deficientes como que todos somos brillantes al modo en que se le atribuye a Einstein que dijera, ¿no? "Todos somos unos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de escalar un árbol, vivirá su vida entera creyendo que es estúpido."
    Aquí adjunto un vídeo (http://www.youtube.com/watch?v=71w-oasL6iQ) que ha circulado bastante por ahí en los últimos años y que cada vez que veo me pone los pelos de punta. Porque hay gente así de sucia y rastrera que juega con nosotros para hacernos ver lo que quiere, y a veces esto es realmente malo... Cuanto más lejos estemos de esa gente mejor, porque nos influyen muchísimo y cuando nos damos cuenta de que hemos estado viendo la vida a través del cristal que ellos pintaron para nosotros... bueno, a veces puede ser un poco tarde. Y hemos podido perder toda nuestra vida. O lo que nos habría gustado hacer con ella.
    En fin, que cada uno viva la música como la sienta y esperemos que nadie se meta en esa manera de hacerla llegar a los demás, que es la interpretación. Por suerte o por desgracia, la música no es algo tangible (olvidémonos de las partituras), sino que nos llega por los oídos en un instante, así que no le concedamos credibilidad a tipos que como éste nos dicen que nuestra música sólo mejorará gesticulando, sobre todo cuando ni siquiera saben de lo que hablan. (Este Zander es chelista... y speaker. Creo que sobra añadir nada más.)
    Un saludo y gracias por una entrada tan interesante.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No conocía el vídeo y es verdad que parece un charlatán. Si para tocar a Chopin hay que pensar en alguien querido que haya desaparecido, apañados estamos. Supongo que hace espectáculo más que otra cosa, al gusto de los tiempos televisivos que nos ha tocado vivir.
      Al final llevará razón Sviatoslav Richter cuando tocaba iluminado tenuemente por una lámpara de pie para que el público sólo oyese la música y casi no pudiera ver sus manos o su rostro, cosa que consideraba una distracción. La música no necesita de artificios... si es buena y está bien tocada. Lo demás, puro mercado.
      Muchas gracias por el comentario. Un cordial saludo.

      Eliminar
    2. Es curioso, había visto este vídeo en 2008 y me parecía bonito lo que decía aunque no estaba de acuerdo con lo de la nalga... ahora, me sale resentimiento hacia profesores con los que me he ido topando que me exigían aspavientos, revoloteos,caídas sin paracaídas y demás numeritos. Doy las gracias por haber encontrado a un profesor que me respeta y que realmente CUIDA de mí, y me protege de los ataques de estos charlatanes. Ese profesor me ayuda a controlar los impulsos que me transmite la música, porque si no los controlara, estaría haciendo vibratos con un piano y a veces hasta me iría a llorar a una esquina.... en cierta medida hay que controlar (y no por ello dejo de disfrutar) y liberar pero nunca forzar gestos ridículos. Gracias por tus entradas, me gustan todas y coincido en muchas opiniones.

      Eliminar
    3. Aunque cada uno viene de fábrica con sus peculiaridades, hay mucho de educacional en este tema, incluso de aprendizaje visual o de imitación. Como dije antes, la música no necesita de artificios, así que, cuanto más natural sea nuestra interpretación mejor haremos nuestro papel de transmisores. Creo que todo se debe a las modas y a buscar un efecto fácil que atraiga al público, pero nada que ver con la música.
      Me alegro que tengas quien te cuide. Aún así, al final se convierte en una decisión personal, pues llegará el día en que tendremos que caminar en solitario.
      Muchas gracias por tan generoso comentario.
      Mi más cordial saludo, Alberto.

      Eliminar
  2. Como intérprete, mi corta experiencia me ha hecho ver con claridad que los mejores momentos en el escenario suceden cuando olvidas que estás tocando y la música te arrastra; cuando eso sucede gesticulas casi sin darte cuenta (yo no lo advertí hasta que me lo dijeron), y eso usualmente tiene peligro de terminar por sí solo en una nota en falso que rompe el momento mágico y la concentración. Por eso las actuaciones en escenario suponen un problema para mí: debo esforzarme por no acabar dejándome llevar y errar una nota, perder la concentración (que siempre es más frágil ante el público) y acabar hecho un manojo de nervios. Sin embargo (quizá porque no soy un oyente tan experto) a veces se agradece que el intérprete se mueva y capte la atención cuando el recital se aproxima al final de la cuarta sonata de Beethoven consecutiva sin descanso y la atención flojea... Aun así, es muy desagradable ver a pianistas como Lang Lang destruir piezas maravillosas con su exagerado entusiasmo, desde luego. Supongo que la virtud está en el punto medio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si los gestos sirven para apoyar físicamente el resultado que queremos, si son pianísticos, serán naturales y perfectamente aceptables. El problema viene en exigir al intérprete que haga teatro, que sea un mimo (o un memo). Quien niegue a la música el poder de subyugar si no va acompañada de gestos exagerados puede que no esté capacitado para disfrutarla de verdad.
      Y como intérprete, cuando 'olvidas que estás tocando y la música te arrastra', pienso que sólo sucede si de verdad estás concentrado, lo que no debería hacer temer ningún desastre, a no ser que podamos entrar en un estado convulsivo, entonces mejor no hacerlo.
      Creo que es cuestión de transmisión. ¿Cuántas veces hemos cerrado los ojos en un concierto para oír mejor, sin distracciones?
      A la música, sólo música.
      Muchas gracias Dan por tu comentario. Mi más cordial saludo.

      Eliminar
    2. Un recital (como en el ejemplo que comentas) presentando cuatro sonatas de Beethoven consecutivas sin descanso, puede llegar a convertirse en un plomazo inaguantable de concierto. Y si, para colmo, no se interpretan con el interés que requieren tales obras, mejor ni comentemos. Opino que más bien se trata de un problema de elección del repertorio, y de que éste resulte atractivo e interesante al oyente.
      Por muy experimentado que seas como oyente, ¿realmente apetece escuchar cuatro o cinco sonatas de Beethoven seguidas? Demasiada buena música para no embriagarnos y perder finalmente la atención; un verdadero empacho.
      Emocionar con la interpretación de nuestra música no depende de que el pianista se mueva agitando la cabellera o gesticulando de forma grandilocuente, como muchos nos hacen creer. Los gestos en el aire "no suenan". Todo es falso.
      Realmente suenan los martillos golpeando las cuerdas después de pulsar las teclas de tal o cual modo. Lo demás es sólo espectáculo y a veces un molesto artificio destinado a conseguir el aplauso fácil de un público sin formación musical alguna. Estupendo post. Enhorabuena por escribir sobre este interesante tema. Un cordial saludo.

      Eliminar
    3. Ni cuatro Sonatas de Beethoven seguidas, ni las seis Suites de violonchelo solo, ni una ópera de Wagner... El descanso es necesario para todo y para todos.
      El aplauso fácil se busca cuando no se puede lograr el auténtico sólo con la música, que sí somos capaces de reconocer, afortunadamente.
      Muchas gracias por comentar. Un cordial saludo.

      Eliminar