domingo, 2 de junio de 2013

Pasajeros al tren...

Siempre he sentido una gran atracción por los trenes. Igual se debe a que tuve un bisabuelo ferroviario, el padre de mi abuela Emilia, de la que he aprendido mucho años después de su muerte y por la que siento una continua y creciente admiración.
Igual se debe a que durante una buena parte de mi vida de estudiante fue mi medio de transporte obligatorio para asistir al conservatorio (y para volver de él con una sensación de alivio).
Igual se debe a que he pasado noches y días enteros al ritmo caprichoso del traqueteo, con la cabeza chocando contra la ventanilla, tumbado en la litera, desvelado en el pasillo siempre concurrido o soñando en la mullida cama del compartimento privado.
Me gustaban mucho más los trenes de antes. No eran tan impersonales, ni tan rápidos, ni tan puntuales. Sentía el viaje. Notaba el desplazamiento. Veía salir el sol. Disfrutaba la melancolía del crepúsculo. Memorizaba la sinfonía de la estación.
Hoy todo es más veloz, más práctico, más aséptico, más deshumanizado.
Llevo días con la frase en la cabeza, tan usada, hay trenes que sólo pasan una vez en la vida. Y, por más vueltas que le doy, no alcanzo a comprender que sirva como sinónimo de fracaso. ¿De verdad nos creemos a pies juntillas esta máxima? Si lo pensamos despacio, es como si nuestra existencia dependiera de una única oportunidad que, lo más normal, perdimos o no supimos aprovechar. ¿Y para un solo tren se construyeron las vías, las estaciones y los vagones? Mucho lujo me parece a mí.
Es curioso que los años permitan a la cabeza analizar los actos pasados con otra perspectiva, o con la misma pero con mayor benevolencia. Y, de igual manera, permitan recordar decisiones importantes que cambiaron nuestro rumbo e imaginar distintos resultados. Todo ello sin caer en la intranquilidad, al contrario, casi como en un juego.
Es fácil quejarse, culpar, criticar, añorar, y todo por un mensaje repetido hasta el cansancio: hay trenes que sólo pasan una vez en la vida. Falso. Hay trenes que pasan constantemente  y circulan en todas direcciones. ¿Cómo saber cuál es el único, el adecuado? Imposible. Todo eso son patrañas de resentidos que pretenden manipularnos para que actuemos a su antojo. Tenemos en la mano el horario completo y no sólo para un día concreto. Tenemos libertad de decisión y, lo más importante, tenemos libertad para bajarnos en el momento que queramos y subirnos a otro. O seguir a pie. O establecernos. O, como dicen por ahí, si el tren pasa sólo una vez, hay un autobús cada media hora.
Cada día cuenta. Nunca es tarde. Igual hemos esperado todo este tiempo a que llegara el último, del que ni siquiera conocemos el destino, el que nos sacará de nuestro existir perezoso. O que, simplemente, es el mismo en el que llevamos años viajando sin ser conscientes de ello, sin habernos permitido asomarnos a la ventanilla ni bajar en una estación de paso a estirar las piernas o tomar un café en la cantina.
Da igual un cercanías que un regional que un largo recorrido. El tiempo es el mismo. La vida es la misma.

4 comentarios:

  1. Imágenes de trenes y estaciones que sólo quedan en fotografía, hace años que quitaron hasta las vías.
    Estupendo post. Un cordial saludo

    http://4.bp.blogspot.com/-kquWq4gCaPc/TicRJXoMlHI/AAAAAAAAADw/rdRdoL1fd3Y/s1600/EstacindeSanbernardo001%252520%2528Medium%2529.jpg

    http://www.galeon.com/juliodominguez/2007/pcordoba2.jpg

    http://badalona.quedem.omnium.cat/docroot/omnium/includes/activity/fitxers/2032/trensevillano.jpg

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    1. Muchas gracias por estas fotos. Han sido muchas horas durante muchos años en esas estaciones y en ese tren (¡cómo se pegaba el escay en verano!). Estoy tan loco que faltó muy poco para que mi casa fuese una antigua estación..., pero me quitaron las vías mientras negociaba y, claro, ya no era lo mismo.
      Mi más cordial saludo.

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