domingo, 23 de junio de 2013

Volver a empezar

Como todos los años por estas fechas, vuelvo a tener una montaña de partituras sobre el piano para intentar seleccionar el que será mi programa base para el próximo curso. Ya sé que no será el único, pero me gusta tener un grupo de obras que me apetezca mucho tocar durante un año entero sin que disminuya mi interés.
De lo que la cabeza imagina durante ese duermevela que, si te descuidas, es más 'vela' que 'duerme', a la realidad de la mañana, partitura en ristre, hay un abismo. Podemos pensar que nos apetece tal o cual obra y no entendemos por qué no la hemos abordado antes. La cogemos con ganas, la cosa promete y..., ¡me aburro! Siempre hay un movimiento, un relleno, unas páginas de más que me tiran por tierra la ilusión, convirtiéndola en efímera.
Así que, he decidido que es un buen momento para retomar, recuperar, rescatar o volver sobre esas partituras que, ya sin fuerzas, continuaban llamándome desde el fondo de la estantería. Si me paso el tiempo recomendando revisar nuestro repertorio para que tomemos consciencia de cuánto hemos estudiado, me voy a aplicar el cuento, que no se diga.
Y estoy feliz. Vuelven a mis manos, casi mágicamente, las obras que estudié durante años seguidos y llenaron mis primero recitales. Algunas de ellas llevan más de veinte años sin sonar en mi piano. Y hete aquí que compruebo la eficacia de la memoria muscular o motriz, ésa que nos dijeron que hacía que las manos fueran solas a su sitio. Es sorprendente cómo, tanto tiempo después, sin siquiera pensar, vuelven a estar en su sitio digitaciones, saltos, pedales e incluso la gestualidad corporal.
Ni que decir tiene cómo al recrear la música, retornan los recuerdos de esos años: el profesor, los compañeros, los conciertos, los concursos, los pianos, las salas, los viajes... La vida ha pasado pero ha quedado. No vivimos sin más sino que acumulamos absolutamente todo, lo bueno y lo malo, lo profundo y lo superfluo, lo difícil y lo fácil. Y una idea lleva a otra, y a otra, y a otra más, y nos retrotraemos a una edad lejana para confirmar que la cabeza, la mente, sigue siendo la misma de siempre, que cambiamos por fuera (aunque nos conservemos de fábula) pero que seguimos siendo la misma persona con algo más de perspectiva y de mochila, pero los mismos. Si no, nada más sencillo que hacer la prueba con cualquier obra casi olvidada.
Otra observación: tocamos mucho mejor que entonces, está claro, pero esos pasajes que siempre nos hacían tropezar siguen ahí, agazapados, muertos de risa al ver cómo se disparan los mecanismos de defensa ante la amenaza. Ahora no importa, son pan comido. O, mejor aún, son como esos muros que de pequeños nos parecían montañas y de adultos no pasan de ser un escalón.
Así que sólo nos queda la música. Y también vuelve, íntegra. Por supuesto que habrá que estudiar, que no va a ser de un día para otro, pero lo esencial no se ha ido. Y si se ha modificado, ha sido a mejor, como los grandes reservas embotellados, que para eso ha reposado en compañía de los mejores.
En fin, voy a seguir limpiando el atril y devolviendo partituras a su sitio, que no quiere decir que no las recoja, sino que quiero centrarme en un programa concreto para llevarlo a 'lo mejor que pueda'.
Y para descansar, entre tanto machaqueo, a seguir rememorando tan largo y entretenido camino. 

2 comentarios:

  1. Oh, qué bonito, precioso; me he emocionado!.
    Nos harías un gran favor si publicases un libro con todos tus maravillosos post.
    Gran cyberbeso.

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    1. Eres estupenda. Continúa haciendo estos comentarios, que también me emocionan.
      En cuanto a un libro, me temo que a las editoriales les interesaría más algo del estilo 'Cincuenta sombras de GRIEG'.
      Un beso fuerte, Alberto.

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