miércoles, 2 de octubre de 2013

A través del piano

Puede suceder que una persona crezca con una buena dosis de timidez. Nada raro. Con los años no hay más remedio que superarla o, al menos, controlarla. No podemos pasar la vida retraídos por una falsa percepción de casi todo.
Otro aspecto, que forma parte del carácter de cada uno, es la necesidad de mantener lo que nos pasa a nivel privado. Hay gente que no tiene secretos, que todo lo cuenta, y gente que es más reservada, no como algo negativo sino entendiendo su existencia como algo personal que sólo le incumbe a ellos.
El exceso de lo uno y el extremo de lo otro, sumados, pueden crear una persona huidiza, con pocas relaciones y negada para cualquier manifestación pública. No digo nada si de tocar el piano se trata.
Reflexionando sobre esto, ya comenté que mi carácter fue (y es) más bien tímido aunque, obviamente, bastante controlado. Se limita a un acto mental, como una reacción primaria, y, si acaso, a un primer paso, que nunca se queda sin dar. Buena prueba es mi profesión y, por qué no, este blog. Para quien sepa leer, aquí estoy bastante expuesto y no me pesa en absoluto.
El caso es que me encontraba estudiando ayer por la mañana y, como ya sabéis que la cabeza cuando se concentra está en veinte sitios a la vez, recordé escenas vividas a lo largo de todos estos años, incluida la larga carrera. Me costó mucho llegar a expresarme a través de las teclas. No fue nada fácil. De hecho, creo que tengo un mérito tremendo, así de claro lo digo. Un buen día, como por arte de magia, o porque ya no podía más, harto de sufrir en silencio, logré que algo mío desde el interior saliera en forma de música. Lo recuerdo con tanta nitidez como si fuera ayer y sucedió exactamente en el año 1977, en el mes de octubre. Tenía que tocar en clase el segundo movimiento del KV 466 de Mozart, la obra con la que me estrené en el 75 con orquesta, con sólo trece años. No sé dónde apreté o qué interruptor accioné. Sólo me sigo viendo tocando con mucho afán, haciendo y dominando lo que quería y oyendo lo que salía. Era yo, ése sí era yo. Por fin. Fue como romper un envoltorio que bloqueaba tanta energía.
Desde entonces nada fue igual. No puedo explicarlo con palabras a modo de teoría universal. Ojalá pudiera. Yo soy transparente y en mi cara se puede leer sin dificultad, y eso mismo ocurrió con la música. A través del piano se puede oír lo que siento y cómo me siento.
En su día le di bastantes vueltas pues no acababa de entender cómo había sucedido y por qué no lo había resuelto mucho antes. Es posible que simplemente fuera un proceso de crecimiento, de madurez. La preocupación por que los niños toquen obras de envergadura puede retrasar lo que sólo el tiempo es capaz de dar. Igual deberíamos elegir los programas de una manera más adecuada y no sólo en función de un lucimiento temprano.
Si pensamos que la Música es un Arte, una cosa es tener aptitudes o cualidades y otra, muy distinta, es llegar a expresarse a través de ella. Hacen falta muchos años de esfuerzo para dominar el instrumento, el vehículo a través del cual nos comunicaremos. Pero, una vez conseguido, todo resultará más fácil, más espontáneo, casi natural. Y ni la timidez ni la reserva podrán ensombrecer nuestra creatividad. Toda nuestra fuerza interior, esa que hemos acumulado por no exteriorizar, saldrá vigorosa y resplandeciente. Y el público lo notará, enseguida, nada más poner las manos sobre el teclado.

2 comentarios:

  1. Vaya, qué envidia. Debió ser un momento realmente bello descubrir que, sin saber muy bien cómo, un torrente de ti mismo surgió desde dentro abriéndose paso entre la búsqueda de la perfección, la timidez y la reserva. Siempre imagino ese hecho como un punto maravilloso de no retorno en esta vida que nos libera de nuestras cadenas.
    En mi caso ocurre justo lo contrario que lo que le ocurrió a usted: dentro de mí hay una enorme cantidad de sentimiento musical que lucha por salir como sea (silbando, golpeando muebles, saltando, cantando, tocando, componiendo, llorando) pero no encuentra los medios para poder salir. Como en mí surgió esa sensibilidad antes de que empezara a perfeccionarme técnicamente, no he podido evitar llevar una carrera algo impulsiva, siempre temblorosa e insegura, pero de ansia por expresarme. Y espero con fervor que algún día me ocurra como usted y por fin sea capaz de controlar mis manos y ser capaz de hacer que expresen con el teclado lo que insoportablemente siento en el alma.

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    1. Supongo que no hay un estándar al respecto y cada uno tiene su momento. E igual mi suerte fue ser plenamente consciente, pero te puedo asegurar que hasta entonces no fue fácil llevarlo.
      De todas formas, por lo que me cuentas, seguro que no estás tan lejos como crees de conseguirlo (si es que no lo estás haciendo ya y sólo te falta reconocerlo).
      Muchas gracias por tu comentario.
      Mi más cordial saludo, Alberto.

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