miércoles, 14 de marzo de 2012

De 15 a 30 minutos

Éste suele ser el margen habitual, antes de que comience el concierto, para que el público acceda a la sala (siempre pienso, cuando digo 'el público' en una sola persona; afortunadamente no es así). Hasta entonces hemos estado haciéndonos con el piano, calentando motores, probando luces, orientando la cola un poquito hacia dentro, ajustando la holgura de los pedales, en fin, poniendo de manifiesto las manías personales. Cuando vienen a avisar se pone uno como los niños pequeños en la cama, pidiendo un ratito más.
¿Y qué se hace en este intervalo de tiempo muerto? Lo más normal es instalarse en el camerino, si es que lo hay, poner a punto la vejiga (en el 100% de los casos), lavarse las manos con agua templada o calentita, como si fuésemos cirujanos, desvestirnos de la ropa de calle y colocarnos el mono de trabajo, o sea, en mi caso y casi siempre, el frac.
Previamente hemos debido tomar la precaución de aprovisionarnos de, al menos, agua. Es frecuente encontrar varios botellines de agua mineral pero lo ideal  es que estén precintados y no sean del concierto anterior. Dependiendo de la estación del año pueden venir bien algunos complementos como chocolate, caramelos, galletas, zumos y fruta. Aunque, la verdad, el estómago tampoco admite mucho jaleo. Lo hago más si el concierto es en verano y al tocar el desgaste es muy grande, parecido a los tenistas (¿no habéis pensado lo cómodo que estaríamos en ropa deportiva? A veces me veo como en ese anuncio de Emidio Tucci en el que los deportistas salían trajeados).
Hasta ahora la parte externa. Pero la cabeza, ¿qué? Desde nuestra habitación empieza a oírse un murmullo, unas risas, poco a poco crecientes. Es el ambiente previo. La gente se saluda, se coloca en sus butacas y lee el programa. Imaginas sus caras, su edad, si son aficionados, si les han regalado las entradas, si vendrán los amigos, si gustarán las obras que has seleccionado, si aquel pasaje tan difícil saldrá en este piano tan duro, si controlaré los matices a mi gusto... En ese momento llaman a la puerta: el organizador y compañía, que todo está bien, que hay un lleno absoluto, que si te hace falta algo (la mejor respuesta a esta pregunta la dio Arthur Rubinstein momentos antes de salir a escena; parecía indispuesto y le preguntaron si necesitaba algo, incluso un médico: él respondió que lo que de verdad necesitaba era que otro pianista saliera en su lugar), que vamos a dar cinco o diez minutos de cortesía (¿cortesía para quién, para quien es tan descortés que llega tarde?).
Mientras, intentas concentrarte, irte metiendo en situación, sin dejar de mirar el reloj (por eso no me gusta nada la impuntualidad), andas de aquí para allá, te acercas al escenario a mirar por el telón, a oscuras, notas el frío en las manos, la corriente de aire, tarareas el comienzo de la primera obra, escudriñas todos los trastos apilados de la tramoya...
Has llegado hasta ahí, es tu momento, estás preparado y cualificado, suena el primer aviso (en la sala y en tu estómago)..., y ves aparecer a dos chavales jóvenes, cámara y micrófono en ristre, que se presentan como de la televisión local y que te quieren entrevistar (...). ¿Cómo no ser incorrecto? Estás a punto de salir y con los cinco sentidos puestos en tu trabajo. Pues os diré que casi todas las veces que me ha ocurrido he dado la entrevista más corta de la que he sido capaz. Todos contentos.
¿Yo hablaba de 15 a 30 minutos? Todo esto y mucho más sucede en el previo. A menudo estás acompañado y se lleva mejor. Otras, no tocas solo y no paras de hacer tonterías. Y algunas se te cuela alguien semi-conocido que empieza a hablar y a hablar, y te pone la cabeza melona, y te habla de la crisis, y del concejal de cultura, y de lo mal que está todo y de... A ése hay que darle puerta, como sea. Te lo debes a ti y al público (una sola persona).

Se hace el oscuro, se ilumina el piano, el regidor te da el ok, tus pasos resuenan sobre la madera del escenario, el aplauso, te sientas en la banqueta tras el saludo inicial y comienzas a tocar. Todo fluye, te gusta el sonido, eres tú mismo... Esto va a salir bien.

2 comentarios:

  1. Muy buen post, muy bien escrito y con un fino sentido del humor. Qué más se puede pedir.
    Un abrazo

    Sonia

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