miércoles, 28 de marzo de 2012

La crítica

Creo que a estas alturas está claro: el mejor crítico es uno mismo. Bien en el descanso o al finalizar el concierto, llegamos al camerino con la cabeza recordando éste o aquel pasaje, buscando excusas o explicaciones, o alabando la resolución de aquellos saltos tan endiablados o la compenetración lograda con el público. Es decir, sabemos qué ha ido bien y qué podríamos mejorar.
Y al día siguiente, en el mejor de los casos, comentarán nuestra actuación en la prensa escrita. No hace tanto, era necesario que alguien tuviera la amabilidad de enviarte el recorte por correo pues, aparte de que podía tardar en publicarse casi una semana, lo habitual era seguir de viaje, si no esa misma noche, por la mañana temprano. Creo que no exagero si calculo en un cinco por ciento las críticas musicales frente al clásico comentario de un redactor con foto incluida (ayer el pianista llegó, tocó y se marchó). De éstas tengo a puñados, más que nada por la foto. Pero, con la otra, ¿qué hacemos? He de reconocer, sin ninguna modestia, que jamás he recibido una mala crítica, al contrario, de buenas a excelentes. Y se debe a que, si tocas concentrado, con respeto y transmitiendo, el crítico se convierte en público y disfruta, quedándose con todo lo bueno que ha podido observar y oír. También es frecuente que éste comente el recital con los habituales de la sala para tener una opinión más generalizada.
En general he observado un empeño en destacar lo positivo. Lo negativo, casi siempre, se reduce a un pequeño matiz, a una observación paternalista (también queda más erudito poner una pequeña pega). Esto me llevó a darme cuenta de cómo se me veía desde fuera. Nosotros somos intransigentes, no nos pasamos una, pero, ya lo he dicho, desde el patio de butacas todo suena mejor. He leído rasgos de mi personalidad y de mi forma de tocar escritos por gente que no me conocía de nada. Y sorprende un poco.
Con el tiempo vas recopilando unas cuantas que tienen valor: son de un crítico reconocido, de un periódico de tirada nacional o extranjero, o tienen un contenido lúcido que te definen perfectamente. Éstas son muy útiles y suelo acompañarlas en mi dossier. Para quien no tiene referencias tuyas y duda si contratarte está muy bien conocer resultados anteriores. Tiene gracia leer en muchas ocasiones las palabras exactas de una buena crítica repetidas en fechas posteriores, incluso años después. Quizás podríamos considerarlas como críticas menores, es decir, sin dejar de serlo, juzgan con las palabras de otro, o sea, trabajan a medias (sí, ser crítico es un trabajo).
A menudo me he preguntado si un crítico tiene que ser músico o basta con que sea un melómano cuyas referencias son los discos. Como hay de todo, en función de una cosa u otra así será su opinión. Y, la verdad, aún no sé cuál es mejor. El músico es posible que se centre en aspectos más técnicos para justificar los resultados, mientras el melómano recurrirá a su experiencia y comparará versiones con otros intérpretes. Nosotros mismos es lo que hacemos cuando asistimos a un recital: juzgamos los medios mecánicos del pianista y lo comparamos con Zimermann, como poco, o con nuestra propia versión si es que tocamos esa obra. Y he encontrado opiniones parciales e imparciales en los dos casos. Por eso es mejor tener nuestra propia idea de lo que queremos hacer y de lo que realmente hemos hecho. Me gusta leer las críticas de los conciertos a los que asisto para, en cierto modo, criticar al crítico (con idéntica benevolencia, eso sí).
De todas formas, pienso que el hecho en sí tenía sentido cuando los medios de difusión musicales eran inexistentes y se referían, sobre todo, a la composición. Aún así, son numerosas las meteduras de pata con obras consagradas y los comentarios de sus estrenos.  
En definitiva, aprovechemos la buena disposición existente y utilicémosla para enriquecer nuestro curriculum, adornándolo con flores. Sólo hay que destacar las frases más poéticas, las más certeras y las más efusivas, pero, por favor, sin retoques, de principio a fin, sin quitar adverbios, adjetivos o preposiciones para no perder el sentido exacto de lo que se pretendía decir. Si obramos con picaresca, igual nos pillan.

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