domingo, 29 de abril de 2012

Pollo con puré

Debían ser las once de una noche que aún clareaba en el horizonte sobre el mar, así era el mes de agosto en Cádiz. Y ahí estaba yo (se acabó la poesía), tenedor y cuchillo en ristre, dispuesto a dar buena cuenta del cuarto de pollo sobrante del mediodía acompañado por una montaña de puré de patatas y una buena cerveza para contrarrestar los goterones de sudor..., cuando sonó el teléfono (léase como un diálogo):
¿Alberto? Sí, soy yo. Hola, soy Florencio Aguilera... ¿Qué haces mañana? Pues estudiar, que tengo el concierto en tu Festival la semana que viene (en Ayamonte). Verás, es que ha surgido un problema... ¿Suspendes el concierto...? No, qué va... Quiero que des otro (yo sufría por el pollo, que se estaba enfriando). Venga, dispara. Resulta que me ha fallado una pianista y nadie quiere sustituirla... ¿Para cuándo? Para...¡MAÑANA! (empecé a despedirme del banquete). Y, entonces, ¿mañana toco el programa? No, ese concierto no se mueve de su sitio. Mañana es otro..., con orquesta. (Ni pollo, ni puré, ni cerveza. En mi estómago no entraba ni la sangre). ¿Estás loco, con orquesta, mañana? Anda, que tú puedes, que es fácil. Pero, ¿qué concierto? El Fa menor de Bach. Sí, lo he estudiado, pero ya ni me acuerdo. Y, por cierto, con qué orquesta. Con la de cámara de Friburgo (el estómago empezó a temblar y los goterones de sudor no tenían explicación pues estaba helado). Me sacarías de un buen apuro, inténtalo. Bueno, dame media hora, que voy a pasarlo a ver qué tal.
Sobre la mesa quedó mi homenaje gastronómico. Abrí la partitura y empecé a tocar. Sí, me acuerdo, no está mal..., pero este concierto es muy corto, me gusta más el Re menor, más potente, más completo (opinión personal) y ¡sólo hace ocho años que no lo toco! Cambié la partitura y lo pasé completo. Esto era otra cosa. Además, tenía la mañana para estudiar, tres horitas de carretera (nada de autopistas entonces), un ensayo y a tocar. Volví a llamar a Florencio, que consultó al director si era posible el cambio, y quedamos para el día siguiente, o sea, en unas horas. A estudiar, aunque, como ya no era hora de molestar a los vecinos, lo hice sobre la partitura (pobre pollo, ya nadie se acuerda de él). La noche la pasé tocando en sueños, como es lógico. Al día siguiente todo fue bien, el estudio, el viaje, el ensayo... y la prueba de televisión. El muy..., no me avisó de que iban a grabarlo (ésa debe ser la sensación antes de saltar al mar desde el tablón de un barco pirata).
Ésta es la historia resumida. Hay ocasiones en las que el miedo no te paraliza, en las que la decisión de seguir adelante te gusta más que la de quedarte quieto, en las que la adrenalina te empuja, en las que la cabeza, no se sabe cómo, es capaz de realizar un acto de máxima concentración y resultado óptimo en un tiempo mínimo. Muchas veces he recordado las circunstancias de este concierto. Y otras tantas me he visto en situaciones similares (lo de llamar de un día para otro es más frecuente de lo que pensáis). Si estamos preparados, en dedos, con un programa rodado y en activo, no es tan complicado. El reto viene con el más difícil todavía y sin red, cuando te piden algo distinto a lo que tienes en ese momento. La juventud, la energía y las ganas lo pueden todo. Hemos estudiado para tocar y sólo puse en práctica algo para lo que me llevaba preparando toda la vida..., tampoco estaban llamando a un fontanero.

Y otras muchas veces he recordado la pinta que tenía el plato con la salsita sobre el puré... ¡Qué pena de cena!

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