miércoles, 2 de mayo de 2012

Resistir

Mientras estaba redactando la última entrada y recordaba el Concierto en Re menor de Bach, encontré esta versión de Andrei Gavrilov. Y la sola contemplación del vídeo me transportó a otra época. No me refiero a los peinados o a las gafas, que también, sino a que, sólo dos años más tarde de esta grabación me faltó muy poco para haberme marchado a estudiar a Moscú con Dmitri Bashkirov. Hubieran sido seis años de sacerdocio musical y siempre me he preguntado cómo hubiese cambiado mi vida de haberlo hecho, aunque salí ganando al quedarme. Pero ésa es otra historia.
El caso es que seguí pasando de un vídeo a otro y encontré uno muy curioso con un mano a mano de Suites de Haendel entre Richter y el propio Gavrilov. ¿Os imagináis tocando con el gran Sviatoslav Richter pasándoos las páginas? Nooo, ¿verdad que no? Tocar delante de él, con sus ojos siguiendo la partitura y con esa cara tan seria... ¡Qué susto! Esta gente es de otra galaxia.
Me llamó la atención, pues no lo sabía (lo podéis leer en los comentarios del Concierto de Bach), que Gavrilov estaba bajo arresto domiciliario y que sufrió tres intentos de asesinato por parte del KGB. Hasta que no intervino Gorbachov no se libró del asedio. En una ocasión (8 de mayo de 1984) asistí en el Teatro Lope de Vega de Sevilla al Tercero de Rachmaninoff interpretado por Nikolai Demidenko (magnífico discípulo de Bashkirov) y la Orquesta Filarmónica de Moscú. ¡Qué barbaridad! En el descanso, impelido por la indómita Beatriz, nos colamos en el camerino a saludarlo. La entrevista fue amablemente conseguida por la organizadora de la Universidad de Sevilla y permitida por el comisario político al mando de la expedición, que en ningún momento nos quitó ojo. De hecho, el propio Demidenko nos hacía pequeños gestos sobre la conveniencia de determinadas preguntas. Fue amabilísimo y socarrón: pensad en la inteligencia de estos superdotados ante la fuerza bruta del antiguo régimen soviético.
Todo esto y mucho más se me ha colado estos días en la batidora. Y como a la hora de mezclar soy único, pues no paro hasta que salgo expulsado por la fuerza centrífuga, añadí los ingredientes de la actual situación económica. Y vislumbré un futuro similar al de la película El Concierto. Pero no un futuro pesimista, que parece lo fácil, sino un futuro en el que la música siempre estará por encima de la política, de la economía, de la miseria humana, de la envidia y de tantos obstáculos e inconvenientes como en realidad lo ha estado siempre. ¿O conocéis alguna historia de hadas con final feliz? Casi todas las biografías de autores e intérpretes están llenas de episodios dramáticos cuando no trágicos. Pero la música lo podía todo, quizás por aquella frase de El Arte por el Arte, que parece desterrada.
Siempre admiré esa especie de romanticismo que llena cualquier actividad que se ama. Es probable que ya no recordemos cuánto nos gustaba la música porque, claro, a estas alturas de la película quién nos va a engañar con milongas. Pero, ¿estamos seguros? La música está ahí, desde hace siglos, y va a seguir estando a pesar del Ministerio de Cultura o las dichosas Consejerías. Daos una vuelta por esas pequeñas asociaciones y sociedades que a duras penas logran organizar unos conciertos al año por el mero placer de disfrutar de un rato de evasión. Hay mucha gente a la que le gusta esto, que no tira la toalla, que piensa que la manera de aguantar es resistir porque quien resiste gana, así que, considerémonos triunfadores. La dignidad, las ganas, la ilusión, nuestra vida en definitiva, no puede estar en manos de los mercados ni de Angela Merkel. (Me voy a reír de mí mismo un poco: volved a leer este último párrafo con la música de Nimrod, de Elgar, así, con la lagrimilla temblorosa a lo Heidi).

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