miércoles, 11 de julio de 2012

Sonata

¿Somos conscientes de la gran cantidad de obras que tocamos englobadas bajo este genérico título? Sonata. Cualquier cosa. Al principio nos dedicamos a esa pila de Estudios enfocados a curtir los dedos de todas las maneras posibles y a las pequeñas obras por las que todos hemos pasado. Pero un buen día, inesperadamente, el profesor nos regala un encargo mayor, una obra de varios movimientos, una Sonata (también sirve Sonatina).
No voy a hablar de análisis, ni a enumerar los autores que las han compuesto, ni siquiera a decantarme por ésta o aquella. Me gustaría señalar simplemente lo práctico que resulta usarlas para confeccionar un buen programa de concierto.
El porcentaje de recitales que comienzan con una Sonata es elevadísimo. Sólo con mencionar a Mozart y Beethoven tendremos la cifra más alta. Podrían añadirse Haydn y, menos, Schubert, quizás por su duración, que sobrepasa lo razonable para las prisas con las que vivimos y que hablo de abrir un recital al que incorporarle algo más que complete la primera parte (no voy a ser yo quien ponga la más mínima pega a esas joyas nunca suficientemente valoradas; por cierto, vaya tela la versión de Wilhelm Kempff, ya no se oyen pianos ni pianistas así; una referencia absoluta, sin duda).
Empezar con un autor u otro va a depender en gran medida de nuestras preferencias, pulidas a lo largo de los años. Yo reconozco que me decanto por Beethoven. Encuentro muchas más afinidades musicales, musculares y temperamentales que en otros. Da igual que sea de las primeras que de las últimas. Todas tienen algo que las diferencia y las hace únicas. Difícil quedarse con una sola Sonata o con un solo intérprete. Aunque últimamente no entiendo muy bien de qué va, durante mucho tiempo disfruté la perfección y el equilibrio del conjunto que Barenboim grabó para la Deutsche Grammophon. Ya sé que hay muchas versiones y que en los foros sólo se puede hablar de Schnabel, pero pienso que aquí hay que descubrirse.
Con Mozart tengo mis reservas. Con el tiempo he descubierto que se deben a cómo se han interpretado durante muchos años, en especial en los que me tocó su estudio. El sonido como de 'cajita de música' me resultaba insoportable y cada vez que alguien me venía diciendo que si mi versión, que si mi interpretación, que si mi pulsación..., me daban ganas de apuntillarle la lengua a la mesa (¿se callaría así?). No soporto esa manera etérea de entender a Mozart pues sólo se da en el piano solo, no en el violín, el clarinete o en la orquesta, por ejemplo, ni siquiera en los Conciertos. Afortunadamente creo que ha sido una moda pasajera que remite dejando de nuevo al descubierto al auténtico Mozart, lleno de vigor (aquí una muestra para discutir y, de paso, recordar lo de la partitura y la memoria del gran Sviatoslav Richter). No sé bien si queda aún mucho camino para encontrar a Mozart o sería mejor desandar esas grabaciones minimalistas que tan poco favor le hacen.
Pues bien, dado que la duración de estas Sonatas viene a ser de unos veinte minutos, dos o tres arriba o abajo, nos da margen suficiente para acompañarlas con otra pieza de estilo posterior (preferentemente), más o menos contrastante. ¿Hay algo más bonito que un Beethoven y un Chopin para satisfacer a todos los públicos? Una de esas Baladas, su buena Polonesa-Fantasía... nada de mijitas, ¿eh? Una de esas buenas obras que nos hacen sentirnos orgullosos de tocar el piano (esto ya son chaladuras mías, lo que tiene no echarse la siesta).
Mientras escribo tengo a Alicia de Larrocha tocando a Schubert y esta mujer no deja de sorprenderme, todo lo toca bien. Impresionante.
Otro día seguiré con más Sonatas pues en realidad quería escribir de las de Chopin y Pollini, pero veo que me he excedido en la introducción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario