domingo, 1 de septiembre de 2013

Cultura (II)

Cuando te acercas a cualquier negocio, a cualquier empresa, a cualquier artesano, a cualquier profesional, es decir, a cualquier persona normal que tiene un trabajo normal y cobra por ello, suele decirte un precio por su servicio en el que van incluidas las horas que deberá dedicar al encargo en cuestión, sea del tipo que sea.
¿Imagináis que un pianista debiera tasar por horas el valor de su actuación? Creo que es de las escasas profesiones en las que este cálculo es imposible. Pero si hasta los que construyen un castillo con palillos de dientes te dicen cuántas horas han pasado encerrados cortando y pegando tan diminuto elemento. Y, claro, esto es muy americano: cuantas más horas tus manos y tu cabeza han estado centradas en una labor más se valora la pieza resultante.
Pero para esto hay que tener otra mentalidad, hay que tener la honestidad de reconocer que el tiempo de las personas es el mismo y por eso no podemos nunca comparar lo que sale de una máquina a lo que sale de las manos. Insisto, hay que ser americano (de los EE.UU.) para pensar así. De hecho, una frase muy usada en las despedidas es 'gracias por su tiempo'.
Toda esta introducción viene a cuento por acumulación de barbaridades. A ver si me explico. Las circunstancias actuales, de las que creo que nadie puede esconderse, han sentado un principio con el que, por muchos que no estemos de acuerdo, la Cultura es prescindible. Así, sin anestesia. No sólo lo hemos escuchado sin cesar a los que ya sabemos, sino que encima la han gravado con una subida desproporcionada de impuestos. No se puede pasar del 8% de IVA al 21% de un día para otro, sobre todo si la respuesta que te dan al protestar es que lo asumas tú, o sea, que cobres lo mismo para que la actividad no cese pero que tu aportación a la Hacienda Pública sea casi el triple.
A esto le podemos sumar la sensación de que para la sociedad, cuando vienen los problemas, lo último en lo que pensar es en la cultura cuando justo debería ser lo contrario, ya que es lo que nos diferencia de la vida primaria y la que nos va a mantener la cabeza despierta. Puede que por eso el poder tema tanto a los que se atreven a pensar y a los que se atreven a hablar. De todas formas, dejo por sentado que mi opinión siempre será que la gente, el pueblo, es mucho más listo de lo que los indecentes que gobiernan creen.
Ayer escuché una entrevista al actor Ernesto Alterio sobre este tema y una de las cosas que dijo es que el gobierno se estaba vengando de este sector por haberlo tenido enfrente en numerosas ocasiones, empezando por el 'No a la guerra' y siguiendo por las reivindicaciones en cada gala de los Goya, por ejemplo.
¿Sabéis que la industria cultural genera el 4% del PIB? Parece que le tienen muchas ganas al gremio, tantas como para poner en peligro y destruir muchos puestos de trabajo y para dejar de recaudar.
Un artista siempre ha sido generoso. Nunca ha medido su trabajo por horas, ni por días, ni siquiera por años. Un añadido de vocación a la profesión era y es suficiente para sentirse contento con poder dedicarse a la música, al teatro, a la escritura o a la pintura. Por eso somos gente un poco especial.
Lo que no acabo de entender es que, en pleno siglo XXI, se pueda poner en duda que el hombre sin la Cultura no es hombre. Ha sido muy fácil burlarse y criticar a unos cuantos personajes populares por su vida personal y no por su arte. Y de ahí sólo un paso para dar la imagen general interesada.
Como me dice Beatriz, este país se ve cada vez más en blanco y negro. Con lo difícil que es avanzar hemos visto lo rápido que se retrocede.
Al menos, no se lo pongamos tan fácil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario