domingo, 15 de septiembre de 2013

Obediencia (II)

Pues sí, resulta que seguir obedeciendo de por vida es otro cantar. En la entrada anterior, que pretendía ser una introducción y me dio para algo más, dibujé por encima los primeros años de conservatorio. Es obvio que un alumno tiene muy pocas posibilidades de aprender a tocar un instrumento si no sigue las instrucciones de su profesor.
Pero el paso de los años, unos ocho o diez, la llegada del infante a los diez y bastantes, y el hábito con respecto al discurso de dicho profesor (en el afortunado caso de que logremos conservar el mismo una buena temporada), podrían ir abriendo una brecha en la actitud que tomemos hacia sus sabios consejos.
Un buen día, en plena clase y sentados al piano, sin preparación, tras largo tiempo mordiéndonos la lengua, una especie de ebullición interior logra que por nuestra boca salga un comentario que hará que los ojos de nuestro mentor se abran como platos: 'pues a mí es que me gusta así'. (¿Os estáis riendo? Seguro que habéis osado). O tal vez algo como 'yo lo entiendo así'. Si tenemos delante un pasota, de vuelta de todo, sonreirá y a) os permitirá seguir esa línea aventurada o b) se encogerá de hombros y responderá que a él le gusta 'asao'.
A lo mejor tenéis delante una persona que durante lustros os ha animado a tener vuestros propios gustos, vuestra propia personalidad, vuestro propio criterio. Eso es estupendo. No hay nada mejor para un alumno que estudiar confiado y confiando. Por eso, cuando una obra requiere una parada y un intercambio de pareceres, el hecho consumado de la enseñanza se muestra en su máximo esplendor: estamos cerca de terminar la carrera tras largos años de preparación, o incluso la hemos terminado y seguimos buscando consejo y protección; hemos escuchado infinitas veces similares instrucciones ya que, al fin y al cabo, esto es sota, caballo y rey, aunque en escenarios (estilos) distintos; nos sentimos más que preparados para exponer nuestra opinión, respaldada por tanto estudio.
Pues va a ser que no. Quien antes nos veía como alumno modelo y ejemplar tiene un sobresalto, un pasmo, y descubre ante sí a un desconocido. ¿Cómo se atreve a plantarme cara y delante del resto de alumnos? El color de su cara comienza a delatar un conato de infarto o una explosión de ira descontrolada. El reglamento del conservatorio, que impide la agresión física (que no la mental), logra apaciguar levemente su furia dando paso a un despliegue inusitado de información técnica y musical que derribe lo que era nuestra modesta pero sincera opinión.
Ahora es el alumno el que va a abrir sus ojos, pero no como platos, más bien interiormente. Primero pensará que ha sido un mal día, que lo tiene cualquiera. Pasado un tiempo intentará volver a sacar a la luz su criterio que, insisto, está basado en años de estudio y de seguir los cánones. Para su desilusión, la escena volverá a repetirse.
¿Qué hacer? Es el profesor que idolatro, es la persona que más sabe del universo, que me lo ha dicho él mismo, es la persona a la que no sólo daría mi bollycao (¿qué pasa, que sólo es para los niños?) sino incluso mi vida... Y resulta que me tiene atado y corto, y yo no me había dado cuenta.
A casi todos nos llega un día en el que tenemos que decidir continuar avanzando en solitario. La obediencia por sí misma no es posible sin renunciar a nosotros mismos, aunque lo intentemos.
Es difícil, muy difícil. Es duro, muy duro. Te quedas triste, muy triste.
No te entiende, no sabe ver su obra, la fruta que ha madurado y tiene que caer del árbol. Es ley de vida.
¿Por qué es todo tan jodidamente complicado?

2 comentarios:

  1. He seguido su blog desde hace mucho tiempo y a la verdad me parece un excelente trabajo, le felicito Maestro! En lo personal mi sueño no es llegar a ser un Concertista, pues aunque disfruto los aplausos del público y la adrenalina de estar frete a un auditorio lo que verdaderamente me apasiona es enseñar, nada me alegra más que ver a mis pocos alumnos venciendo dificultades día tras día, siempre gozo de imprimir sus reflexiones y mostrárselas a mis alumnos, Siga así!

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    1. Muchas gracias por este comentario tan amable. Me alegra ser útil con las entradas que escribo porque lo que me motiva es que el estudio del piano llegue a ser plenamente satisfactorio.
      No dude en comentar cualquier cosa que se le ocurra. Hasta entonces, reciba mi más cordial saludo.
      Alberto.

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